Discurso del Sr. Juan Somavia, Director General en la apertura de la Conferencia Internacional del Trabajo
PRESENTACIÓN DE LA MEMORIA DEL DIRECTOR GENERAL
PRESENTACIÓN DE LA MEMORIA DEL DIRECTOR GENERAL
Estimado Ministro Robert Nkili, le felicito cor-dialmente con motivo de su elección a la presiden-cia de esta reunión histórica de la Conferencia In-ternacional del Trabajo, nuestra 100.ª reunión. Us-ted sabe la profunda estima que siento por usted y por la labor que ha realizado con nosotros a lo largo de los años.
Hernández, encantado de verlo aquí Embajador. Hemos trabajado juntos en el pasado. Don Dagober-to Lima-Godoy del Brasil, gran experto en todos nuestros temas, encantado de tenerlo aquí. Mi ami-go Bogdan Hossu de Rumania, igualmente muy contento de verlo con nosotros.
Embajador, Sr. Jerry M. Matjila, Presidente del Consejo de Administración; Sr. Funes de Rioja, Presidente del Grupo de los Empleadores, y Sir Roy Trottman, Presidente del Grupo de los Trabajadores. Espero con interés colaborar estrechamente con us-tedes para que esta reunión de la Conferencia se vea coronada por el éxito.
Permítanme decirles que en estos momentos en que celebramos la 100.ª reunión el mundo del traba-jo está experimentando grandes perturbaciones. Los peligros de la depresión global parecen haber que-dado atrás pero tenemos otro peligro por delante aún más grave, el de que se sigan consolidando los modelos de crecimiento ineficaces y las reglas de globalización injustas que causaron la crisis y que han contribuido a aumentar sistemáticamente las desigualdades en casi todo el mundo en los últimos treinta años.
Seguir actuando como si nada hubiese ocurrido nos llevará tarde o temprano a otra crisis. Esto no es sostenible desde el punto de vista económico, so-cial, medioambiental ni político.
Permítanme citar cuatro símbolos representativos de lo que estoy diciendo: los niveles inaceptable-mente elevados de desempleo de los jóvenes, re-gistrándose las tasas más elevadas en los países ára-bes, a veces siete o incluso diez veces superiores a las de los adultos. Adultos que aparentemente defi-nen las políticas con indiferencia total por la si-guiente generación; el estancamiento de los niveles de inversión a escala mundial en la economía real desde los años ochenta, en aumento en los países emergentes pero en descenso en los países desarro-llados, lo que ha creado, en general, un crecimiento global con bajo coeficiente de empleo durante mu-cho tiempo; la creación de pequeñas empresas: sa-bemos que son el principal motor de creación de empleo, pero siguen estando marginadas y no cons-tituyen una prioridad en la adopción de decisiones ni en el sector público ni en el privado; los niveles indecentes de concentración de ingresos y de rique-za que muchos dirigentes critican pero que poco hacen para cambiarlo. Una cifra para ilustrarlo: 3.500 millones de personas en el mundo reúnen jun-tas los mismos ingresos que 61 millones.
No es sorprendente que haya malestar e ira entre la gente. Demasiadas personas se sienten oprimidas, incluidas las de la clase media, bajo la presión del impacto social inmediato de la crisis y de las ten-dencias a largo plazo.
Al mismo tiempo, ven que muchos gobiernos, no tienen la suficiente fuerza ni voluntad para poner coto al poder inexplicable de los operadores finan-cieros, que tienen tanta influencia en nuestras socie-dades.
Observamos que algunas instituciones financieras son demasiado grandes como para fracasar, mien-tras que muchas personas parecen ser demasiado insignificantes como para que puedan contar.
Otra preocupación patente es la aparente incapa-cidad de nuestros sistemas políticos y económicos para reflexionar a largo plazo, para dialogar, para trabajar de manera conjunta sobre temas nacionales e internacionales, para asegurar a los ciudadanos de que son la prioridad en la formulación de las políti-cas.
Desde la Plaza Tahir hasta la Puerta del Sol, en las calles y plazas de muchos países, somos testigos del nacimiento de lo que creo que es un nuevo mo-vimiento social y popular, encabezado por la juven-tud, que puede cambiar el mundo, porque es porta-voz del malestar silencioso de aquellas personas que consideran que 3.500 millones de personas no pue-den percibir los mismos ingresos que 61 millones. Creo que es comprensible que, en este contexto, los jóvenes impulsen el movimiento por la libertad y el trabajo decente. En algunos lugares, se trata de la libertad con respecto al temor ante el poder autorita-rio; en todas partes, de la libertad con respecto a la falta de oportunidades, a la inseguridad y a la injus-ticia ante un crecimiento ineficaz, la libertad de ele-gir y de participar en la búsqueda por la justicia so-cial y la paz. Expresan una reivindicación que co-nocemos demasiado bien aquí en la OIT. En dife-rentes idiomas y expresiones, están pidiendo lo mismo; que los dirigentes económicos, políticos, de la sociedad civil y de las organizaciones internacio-nales se pongan de acuerdo para tomar medidas y políticas que den una oportunidad equitativa de te-ner un trabajo decente.
Un hombre joven en la Plaza Tahir me dijo: «no podemos creer que los poderes del mundo no pue-dan solucionar el problema del desempleo de los jóvenes. Estamos convencidos de que es posible. Ustedes, la Organización Internacional del Trabajo, tienen la responsabilidad de demostrar que es posi-ble». Estas son las esperanzas que se hallan detrás de este movimiento y son también las esperanzas que alimentamos en este foro. ¿Queremos, pode-mos, cambiar las cosas para que estos problemas puedan resolverse? Estos son los aspectos esencia-les que hemos de tratar en esta reunión porque su-mando todos estos factores llegamos a un resultado alarmante en las encuestas que indican que en tres cuartas partes de los 82 países respecto de los cuales disponemos de información, la mayoría de los indi-viduos son cada vez más pesimistas respecto de su calidad de vida y nivel de vida en el futuro.
No es más que una instantánea pero nos indica que el tripartismo de la OIT tuvo razón cuando lanzó la Declaración sobre la justicia social para una globalización equitativa, de 2008.
Tuvo razón cuando reaccionó rápidamente ante la crisis financiera con el Pacto Mundial para el Em-pleo. Retomaré los objetivos centrales de la Memo-ria que estoy presentando a la Conferencia, si bien quiero señalar que las cuestiones que vamos a tratar en esta reunión están directamente relacionadas con los problemas que están denunciando los jóvenes y que confirman las estadísticas.
Nuestras tareas inmediatas son las siguientes: la protección social, de la que han de ocuparse todas las sociedades; ha llegado el momento de acelerar la ampliación de la cobertura, comenzando por un piso de protección social amplio; como saben, el 80 por ciento de la población mundial carece de seguridad social. Los retos comunes que se plantean son un incremento de las prestaciones y una financiación sostenible, pero creo que de manera conjunta pode-mos ofrecer el liderazgo necesario para alcanzar este objetivo importantísimo.
Lograr que los derechos en el trabajo se hagan ex-tensivos a los trabajadores domésticos es permitir que las normas del trabajo se apliquen a la econom-ía informal. Ustedes son conscientes del problema de que se suele pensar que nuestras normas se limi-tan a la economía formal. Por primera vez, una norma se va a aplicar a la economía informal. Esta es una cuestión esencial. Integrar a esos trabajado-res en el marco de nuestros valores es un paso muy importante para ellos y para todos los trabajadores que aspiran a tener un trabajo decente, pero al mis-mo tiempo tiene implicaciones importantes de cara a la migración y también a la igualdad de género.
Todos sabemos que la administración e inspec-ción del trabajo no están suficientemente valoradas. En las políticas generales no ocupan el lugar que les corresponde. Ha llegado el momento de reforzar estos instrumentos de equidad y defensa de los de-rechos en el trabajo. La OIT puede desempeñar un papel de liderazgo para lograr que la administración del trabajo sea un objetivo fundamental de la coope-ración internacional y del intercambio de experien-cias y cooperación a nivel nacional.
La discriminación no sólo es perniciosa sino que es ineficaz. Nuestro Informe global muestra porqué. Nuevamente quisiera darles otro ejemplo: según nuestras estimaciones, la posibilidad de que se logre la igualdad de remuneración por un trabajo de igual valor para hombres y mujeres se concretaría en tor-no a 2080. Llevamos luchando por la igualdad de género desde hace mucho tiempo pero esta cifra nos muestra lo que ocurre en la realidad. Es absoluta-mente inaceptable. Los instrumentos, conocimientos e intercambio de experiencias de la OIT son esen-ciales para abordar esta cuestión. Lamentablemente, la situación de los derechos de los trabajadores y de los ciudadanos en Palestina se encuentra en un pun-to muerto. El Informe anual sobre la situación de los trabajadores en los territorios árabes ocupados muestra que apenas ha habido cambios, y la situa-ción no mejorará a no ser que se levanten las múlti-ples restricciones impuestas por las autoridades de ocupación y se acabe con la propia ocupación. To-dos estos temas son muy pertinentes para las cues-tiones que acabo de plantear, son indicativos de es-tos procesos.
Son pilares de orden práctico, esenciales y perti-nentes en torno a los cuales se estructura nuestra visión común.
Debemos dar cumplimiento a la Declaración de 2008. Me referiré ahora a mi Memoria. Entiendo que es urgente que nos comprometamos para forjar una nueva era de justicia social, de crecimiento con justicia social basado en el desarrollo sostenible. Este es el núcleo de mi Memoria. Se hace un lla-mamiento al tripartismo de la OIT para que actúe con liderazgo. Como mencioné en mi Memoria: el hecho de que una nueva era de justicia social siga siendo solamente la visión idealizada de un futuro deseado o de que se convierta en una realidad tan-gible que se afiance en nuestras sociedades depen-derá en muchos aspectos de ustedes, de nosotros y de la familia de la OIT.
Dependerá de la valentía, las convicciones, la ca-pacidad y la voluntad de la OIT y de sus mandantes, así como de nuestra capacidad para trabajar juntos, y en colaboración con otros, en el mundo multilate-ral para preparar el advenimiento de esta nueva era.
Sabemos por nuestra historia que el tripartismo, los valores y las herramientas de política de la OIT son instrumentos que tienen la capacidad de lograr que se produzcan cambios. El hecho de que nuestra tarea haya sido siempre difícil, vinculada a la vida real de las sociedades individuales, y el hecho de que esta tarea no podamos llevarla a cabo solos no debe disuadirnos de seguir adelante. He utilizado el término historia, nuestra historia, la de la Conferen-cia Internacional del Trabajo. Cien reuniones en las que ustedes y los millares y millares de delegados que les precedieron han dado vida y forma al valor central que nos une: la justicia social como base para la paz. Iniciamos el viaje en octubre de 1919, en Washington D.C., cuando se celebró la primera reunión de la Conferencia Internacional del Trabajo.
El Presidente Franklin Delano Roosevelt, recor-dando la fundación de la OIT, dijo en 1941: «Mu-chos consideraban que era un sueño absurdo. ¿Aca-so se había oído alguna vez que los gobiernos se hubieran reunido para elevar las condiciones del trabajo a un plano internacional? Parecía aún más absurda la idea de que el pueblo mismo que estaba directamente afectado — los trabajadores y emplea-dores de diversos países — participase juntamente con el gobierno en la determinación de estas condi-ciones del trabajo».
Al cabo de tantos años, vemos que fue mucho más que un sueño. Fue una visión realista de algo que era posible. Igual de realista es que hoy nos com-prometamos a elegir un modelo de crecimiento dife-rente y una mayor justicia social en nuestra socie-dad. No se trata de nada imposible. Contamos con las herramientas, los medios, los instrumentos y las políticas necesarios. Tenemos la responsabilidad de reflexionar de qué manera vamos a contribuir para lograrlo y, si consideran que la tarea es ardua, pien-sen en Albert Thomas, en 1919, el primer Director General de la OIT, que promovió la idea de que el mundo requería normas internacionales del trabajo que fuesen adoptadas por esta nueva Organización tripartita entonces desconocida llamada la OIT. Sin embargo, hoy, cuando han pasado 92 años, todos los países del mundo tienen legislaciones laborales en cierta medida basadas en las normas de la OIT y la tasa de ratificación de nuestros convenios funda-mentales por los parlamentos es del 90 por ciento, lo que refleja la expresión política de una acepta-ción prácticamente universal de esos principios.
Somos plenamente conscientes de que tenemos todavía muchos problemas con su aplicación por los obstáculos que crean las políticas y los modelos de crecimiento ineficaces e injustos, a nivel público y privado, que coartan la libertad sindical y de asocia-ción y otros derechos.
En su 26.ª reunión, celebrada en Filadelfia, en el año 1944, la Conferencia reafirmó la finalidad y propósitos de la Organización y nos recordó que dondequiera que sea, la pobreza es una amenaza para la prosperidad. Como resultado de la descolo-nización de los años cincuenta y sesenta, el número de Estados Miembros se duplicó y la Organización adquirió su dimensión universal. En nuestra 48.ª reunión, de 1964, adoptamos la Declaración referente a la política de «apartheid» en la Repúbli-ca Sudafricana. En 1969 se concedió a la OIT el premio Nobel de la Paz. La Presidenta de la Comi-sión Nobel afirmó que eran pocas las organizacio-nes que habían tenido el éxito conseguido por la OIT para llevar a la práctica el principio moral esencial que constituía su fundamento. A lo largo de la historia, nuestros valores nos han conducido a la lucha por la libertad sindical y de asociación en Po-lonia, Sudáfrica, Chile, Guinea, Nepal, Zimbabwe y muchos otros países, sin olvidar Túnez, Egipto y Bahrein recientemente.
La OIT se sitúa en el centro mismo de los proce-sos políticos y sociales; nacimos de las luchas socia-les del siglo XIX y seguimos estando presentes en todos los procesos de cambio, porque las personas cambian, por las razones que defiende la OIT y por los valores que sostenemos. Ésta es la realidad de nuestra existencia, y seguirá siéndolo, y es la razón por la cual la gente nos mira y pregunta ¿qué pien-san?, ¿qué está haciendo la OIT? ¿Puede hacer algo diferente a lo que está ocurriendo en ésta o en otra esfera? Porque nosotros no hemos inventado el pro-grama de un sistema internacional, hemos dado cuenta de los deseos de la gente y de las aspiracio-nes de la comunidad internacional, y esta increíble reunión de gobiernos, empleadores y trabajadores, puede hacer algo al respecto. En 1995, liderada por aproximadamente 120 jefes de Estado y de Gobier-no, la Cumbre Mundial sobre Desarrollo Social de las Naciones Unidas, cuyo Comité Preparatorio tuve el honor de presidir, reconoció siete (actualmente ocho) convenios de la OIT como normas fundamen-tales del trabajo reconocidas internacionalmente, que se incorporaron a la Declaración de la OIT rela-tiva a los principios y derechos fundamentales en el trabajo y su seguimiento, adoptada en 1998.
Desde entonces, y en reiteradas oportunidades, las Naciones Unidas han dado su apoyo a estas políti-cas en materia de trabajo decente, al principio de la lucha para salir de la pobreza, a la dimensión social de la globalización, a las empresas sostenibles y al Pacto Mundial para el Empleo. Elaboramos normas y políticas a propósito de las cuales el resto del sis-tema señala su interés. Se trata de saber cómo todo esto puede convertirse en realidad.
Si ustedes van al edificio de la OIT, y recorren la columnata, pueden contemplar más de nueve dece-nios de nuestra historia tripartita. ¿Qué significa todo ello? ¿Por qué me permito es-ta reflexión sobre diferentes momentos de nuestra historia? Porque somos orgullosos herederos de un enorme legado. Década tras década hemos incorpo-rado valores, diálogo y equidad en las políticas y los mercados, de modo que los trabajadores, las empre-sas y los gobiernos hallaran intereses comunes.
En esta sala que representa el mundo del trabajo, son ustedes los custodios de ese legado y poseen la clave para hacer frente a las desigualdades del pre-sente y al logro de la paz que todos sabemos que necesitaremos mañana. Nuestro legado nos señala el camino hacia el futuro.
Sus predecesores llevaron la antorcha durante 92 años. Ellos nos dieron la fuerza para perpetuar sus convicciones y las de nuestros fundadores.
Así pues, cien reuniones más tarde, aún estamos aquí, inspirados por los mismos valores, orgullosos de nuestra historia, decididos a cumplir nuestro mandato: si queremos la paz, hemos de cultivar la justicia.
En la Conferencia de 2007, Nelson Mandela de-claró: «Confiamos en que la OIT seguirá luchando para que el trabajo decente sea una realidad mun-dial». Y yo creo que tiene razón porque cuando la gente y los trabajadores de nuestra sociedad ven nuestro programa, dicen que les resulta muy claro que el Programa de Trabajo Decente y un tripartis-mo eficaz en la OIT ofrecen la posibilidad de un crecimiento más eficiente e incluyente, de más paz, más equidad y más derechos, con menos pobreza y una menor inestabilidad para las economías, las empresas, los lugares de trabajo y, en última instan-cia, para el conjunto de la sociedad. Las políticas de la OIT contribuyen a la construcción de un mundo con menos tensiones, más equidad y una mayor se-guridad. Con nuestros valores y políticas, nos en-contramos en el lado correcto de la historia.
Insto a todos, en la centésima reunión de su Con-ferencia, a reflexionar profundamente sobre el papel de nuestra Organización en el umbral de una nueva era que podemos ayudar a construir o dejar escapar.
En mi Memoria, presento argumentos a favor de un crecimiento de la economía de mercado eficaz con justicia social, una visión productiva con resul-tados socialmente equilibrados, por el bien del cre-cimiento y de una sociedad que comparta nuestros valores.
No pretendemos añadir un toque social a los re-sultados actuales. Lo que decimos es que esos resul-tados nos conducirán a otra crisis. No son sosteni-bles desde el punto de vista económico, político, social ni medioambiental. Buscamos modelos de crecimiento diferentes, con resultados de mercado diferentes, con dignidad, seguridad y equidad; resul-tados productivos que combinen la solidez de los mercados, la responsabilidad de las empresas, las calificaciones de los trabajadores, el poder del diá-logo social y los incentivos de la reglamentación de las políticas públicas para sostener un crecimiento eficaz con justicia social.
El concepto de que podamos cambiar los modelos de crecimiento es técnicamente posible. Podemos crear una combinación de políticas que genere una relación entre productividad y salarios, un creci-miento basado en los ingresos y un mayor nivel de inversión real en la economía, y no en productos financieros que no crean valor ni empleo. Y podría seguir con la lista.
Técnicamente es factible lograr los objetivos que todos perseguimos. En estos esfuerzos, las normas internacionales de trabajo, que son nuestra seña de identidad, pueden orientarnos para que haya más oportunidades de trabajo decente en todos los países y en todos los niveles de desarrollo.
Ese potencial de un crecimiento diferente, ¿qué significa para nosotros? ¿Qué nos exige un creci-miento económica y socialmente eficaz? En cuatro palabras: liderazgo, conocimiento, diálogo y coope-ración.
Primero, este crecimiento exige liderazgo. Hoy día, el liderazgo implica atreverse a afrontar los te-mas de la justicia social en sus mismas raíces. Es evidente que no va a ocurrir por sí solo. Debemos reconocer que todos juntos podemos afrontar esas cuestiones sobre la base de la Declaración de 2008. Si no creyéramos en la justicia social para una glo-balización equitativa, ¿por qué aprobamos entonces la Declaración? Podemos llevar este debate a nues-tros respectivos países y organizaciones para anali-zar nuestros diversos y variados contextos.
¿Sería posible que algunos de ustedes, cuando vuelvan a sus hogares, decidan promover programas nacionales para la justicia social basados en el Pro-grama de Trabajo Decente y que se reúnan para lo-grarlo?
Sería maravilloso, por ejemplo, que el año que viene, cuando vuelva a saludarles como Director General aquí mismo, en el día en que se inaugure la próxima Conferencia Internacional del Trabajo, puedan informarnos sobre los esfuerzos realizados en sus respectivos países y sobre los avances acor-dados, y nos puedan anunciar que quince países han realizado esfuerzos para discutir sobre la situación de la justicia social en su país, y nosotros, como órgano tripartito, hemos decidido unirnos en torno a este objetivo. Tuvimos grandes diferencias en nues-tros países, pero decidimos unirnos en torno a esta cuestión.
Necesitamos liderazgo para atajar los problemas que están denunciando nuestros jóvenes en las ca-lles y plazas. No se lo dice el Director General de la OIT, sino la sociedad. La sociedad espera que le demos una respuesta.
Cada vez más, se recaba la opinión de la OIT a la hora de formular políticas de desarrollo, medioam-bientales, comerciales, sociales y económicas. De-bemos ocupar ese espacio. Debemos aportar nuestra contribución a la coherencia política, precisamente por eso se nos ha invitado a formar parte de los de-bates sobre otras cuestiones en otros espacios. El G-20 es un ejemplo de ello, y sabemos que los valo-res y las políticas que defendemos son los que la mayoría de la gente cree que lograrán un futuro más sostenible y justo para todos.
El segundo punto es el conocimiento. Porque no hay remedios mágicos ni respuestas prefabricadas. Sabemos que podemos contribuir con nuestras polí-ticas, pero no son sólo las políticas las que van a dar lugar a un nuevo modelo de crecimiento y una ma-yor justicia social. El construir un futuro de justicia social supone una dura labor intelectual y analítica en materia de formulación de políticas. ¿Cuáles son los equilibrios, las combinaciones y las fuerzas que deben incidir en tantas circunstancias nacionales distintas? Creo que la creatividad tendrá una bonifi-cación, atreverse a pensar con patrones diferentes será recompensado. Habrá que desarrollar conoci-mientos sólidos. En ese contexto, las herramientas de la OIT pueden contribuir a elaborar políticas que promuevan un crecimiento eficiente con un alto ni-vel de empleo y de progreso social. Para ayudar a los países a acumular conocimientos, la OIT debe fortalecer su propia capacidad de medir, comparar y extraer lecciones con miras a la formulación de políticas. Se van a requerir nuevos indicadores y mediciones para un mundo del trabajo decente, un mayor intercambio de experiencias y pericia entre los países, y más cooperación Sur-Sur, que es lo que se exige de nosotros. En definitiva, una labor más integrada con los organismos internacionales.
El tercer punto es el diálogo. Éste es un elemento fundamental en estos momentos en los que el par-lamento del trabajo está reunido. El diálogo es nues-tra marca registrada, pero no basta con llegar aquí y lograr que el tripartismo funcione sólo en Ginebra. Es en nuestros países donde resulta más importante y, en estos tiempos difíciles, es en nuestros países donde más se echa de menos este tripartismo. Si no podemos lograr que el diálogo social y el tripartis-mo se conviertan en una realidad en nuestros países, no cabe duda de que a la larga la OIT se debilitará en tanto que institución.
¿Tenemos la valentía, la convicción y el sentido de la responsabilidad para estrechar la mano del contrario? ¿O vamos a atenernos a nuestras posturas para poder decir con orgullo que no hemos cedido en nada y luego tener que observar que, debido a que no hemos cedido, tampoco hemos ganado nada?
La razón de ser de la Conferencia es que desde el primer día comprendimos que la vitalidad, la fuerza y la pertinencia de la OIT se derivan de los Emplea-dores, los Trabajadores y los Gobiernos. Y por ese motivo, nos ponemos de acuerdo sobre la base de nuestros valores, valores a los que no podemos re-nunciar; nos ponemos de acuerdo porque ese acuer-do introduce equilibrio, y ese equilibrio genera un sentido común. Cada vez que rechazamos cruzar la línea y tratar de llegar a una solución, estamos re-chazando posibilidades de hallar una postura común capaz de aportar estabilidad y mejores soluciones para la sociedad. Esa es la razón de ser de la OIT, y por eso, en la 100.ª reunión de la Conferencia, lo podemos lograr. Pero tenemos que empezar por nuestros respectivos países. Pueden decidir volver a sus países y actuar, o bien sonreír y decir «bueno, Somavia es así, se guía por sus ideales y sus valo-res, es un luchador, ha sido un activista, y por su-puesto, nos dice lo que él piensa». Pero también pueden decirse a sí mismos, cuando estén volando de regreso a sus países «Son sólo palabras, vamos todos los años a la OIT pero nos importa un comino lo que sucede con el diálogo social en nuestros paí-ses». Y sobre esto deben reflexionar todos. Todos deben reflexionar sobre esta realidad.
Así pues, nos enfrentamos a opciones importan-tes, que configurarán la historia y la pertinencia de la OIT. Estas opciones se encuentran entre sus ma-nos.
Voy a pasar ahora al cuarto punto, la cooperación. ¿Por qué la cooperación? Porque la mayoría de nuestros objetivos no pueden ser logrados de forma aislada. Dependen de otros campos políticos, otros actores, otros países y muy a menudo de intereses en conflicto. Hemos llegado al punto en que cons-truir una dimensión social fuerte en aras de una glo-balización justa es hoy más urgente que nunca. Por ejemplo, si la demanda mundial basada en los in-gresos no se amplía mediante la creación de oportu-nidades de trabajo decente y una inversión real en la economía de nuestros países, sólo se logrará que se debilite la economía mundial y se exacerben las ten-siones entre los países. Se trata de una realidad económica que no podemos cambiar solos. Gracias a la cooperación, la globalización puede ser genera-dora de justicia social, porque de otro modo no so-brevivirá.
Esto exige un gran paso hacia adelante en la co-operación internacional, tanto a nivel local como internacional. La cooperación Sur-Sur y triangular se ha convertido en una fuente vibrante de solidari-dad en tiempos de interdependencia mundial, y la OIT es una palanca poderosa en esta acción. El G-20, bajo el liderazgo de Francia, nos ofrece una oportunidad importante para vincular las políticas macroeconómicas con las políticas de mercado de trabajo. Se van a celebrar reuniones de ministros de finanzas y de ministros de trabajo que deberían estar interrelacionadas. No sería bueno que hubiera para-lelismos a escala del G-20, habida cuenta de sus objetivos. Hace falta integrar las diversas políticas, y ésta es una buena oportunidad.
Más allá del G-20, debemos asegurarnos de que esto suceda aquí y en las Naciones Unidas. Debe-mos comenzar por establecer políticas integradas en materia macroeconómica, social y de mercado de trabajo en nuestros países. Podemos celebrar discu-siones internacionales e incluso ponernos de acuer-do con el Fondo Monetario Internacional y con la OMC, pero tenemos que empezar por tomar medi-das en nuestros respectivos países.
La integración es pues otra de las tareas que de-ben llevar a cabo. En caso contrario, continuarán con las políticas antiguas que hasta ahora han estado aplicando y tomarán la decisión de proyectar las desigualdades hacia el futuro sin saber cómo se van a controlar sus repercusiones desde el punto de vista político. Aumenta la desigualdad en el mundo y nadie en esta sala puede decir que va a tomar medi-das para atajarla. Tenemos una responsabilidad, porque somos un órgano tripartito. Debe imponerse una nueva dinámica, un cambio, una nueva orienta-ción.
Ha llegado el momento de lograr una OIT más fuerte.
Y quiero hacerles bajar de la abstracción con la que me he expresado para abordar una realidad más concreta. La Comisión de Cuestiones Financieras, de la que aún no les he hablado, y que se reúne cada dos años para aprobar el presupuesto. La Comisión de Cuestiones Financieras examinará mañana las propuestas de Programa y Presupuesto para 2012 y 2013. Los debates celebrados en el Consejo de Ad-ministración demostraron el extraordinario nivel de apoyo tripartito a la labor de nuestra Organización, a las prioridades detalladas en el presupuesto y a los instrumentos que utilizamos.
Hay un entendimiento claro sobre la importancia de la OIT y de las herramientas de las que nos va-lemos. Sin embargo, la discusión sobre el presu-puesto ha sido difícil, no por falta de apoyo a nues-tro trabajo, sino porque muchos países atraviesan dificultades fiscales graves. Por eso, a pesar de que la gran mayoría apoya las recomendaciones trans-mitidas por el Consejo de Administración a la Co-misión de Cuestiones Financieras, considero que es mi responsabilidad seguir explorando medios que permitan ajustar el presupuesto. Ya hemos introdu-cido diversos ajustes en el debate. Sin embargo, debido a la crisis, la Oficina debe hacer todo lo po-sible — y no se trata sólo de una decisión financie-ra, sino también de una decisión política que tiene que ver con todas las cuestiones que he abordado, porque todos estarán atentos para ver quién está a favor y quién está en contra. Considero que mi res-ponsabilidad es avanzar lo máximo posible, y por eso introduje algunos ajustes e hice lo que me pare-ció posible, ya que contaba con un fuerte apoyo. No se puede escuchar a unos y hacer caso omiso de lo que piden otros que nos han dado su apoyo. La Ofi-cina ha hecho todo lo posible. Quisiera agradecer a todos los que han apoyado el presupuesto tal y co-mo fue aprobado por el Consejo de Administración, pero sentí que tenía esa responsabilidad precisamen-te por el momento en que nos encontramos, y con-sideré que la Oficina tenía que hacer todo lo que estuviera en su mano, dado el equilibrio existente en los gobiernos, para asegurarnos que contábamos con el máximo apoyo posible para nuestro presu-puesto.
La cuestión de la eficiencia y el ahorro es algo fundamental dentro de lo que yo creo que debemos hacer, y me he comprometido a que la Oficina apli-que un enfoque estratégico a las medidas adiciona-les para lograr una mayor eficacia y eficiencia en su aplicación.
Este impulso de redoblada eficiencia también ha de aplicarse a la Conferencia. Les he pedido a todos los colaboradores de la OIT que trabajan en esta Conferencia que examinen nuestras actividades, nuestros métodos de trabajo y la manera en que hacemos las cosas con miras a lograr ahorros poten-ciales y formular sugerencias concretas en este campo.
Quisiera pedir a todos los delegados que se unan a nuestro esfuerzo y que compartan con nosotros sus ideas sobre cómo podemos hacer que los servicios de la Oficina en la Conferencia sean más eficaces y eficientes y menos costosos. A veces alguien ha olvidado el documento en el hotel, y pide otro do-cumento, son pequeños detalles. Si nos conciencia-mos y logramos demostrar que esta Conferencia se pueda llevar a cabo con menos dinero pero con la misma eficiencia, me parece que sería maravilloso para el conjunto del tripartismo — no sólo un deba-te sobre cuántos millones tiene la Comisión de Cuestiones Financieras —, para que el conjunto del tripartismo entienda que es muy difícil financiar a la OIT hoy debido a la crisis a la que nos enfrentamos.
Expreso nuevamente la esperanza de que el año que viene, cuando les dé la bienvenida a la próxima Conferencia Internacional del Trabajo, podré infor-marles sobre cuáles son los costos que han cambia-do y cuáles son las medidas de ahorro que hemos introducido en la Conferencia a raíz del análisis que hemos realizado este año, y por supuesto de otros factores.
He abordado en detalle las cuestiones financieras, pero me ha parecido muy importante compartir con ustedes las consecuencias de cómo hemos abordado la cuestión del presupuesto este año.
Finalizo mi intervención instándoles una vez más a que aprovechen la oportunidad de esta 100.ª reunión de la Conferencia para reflexionar sobre todos estos desafíos y sobre el papel futuro de nuestra Organización. Nuestra historia y nuestros valores nos llevan a ello, y nuestra responsabilidad nos obliga. No olvidemos que, mientras hablamos, los compromisos valientes del mundo árabe y de otros lugares nos están mandando un mensaje pode-roso: el cambio real exige una movilización popular amplia, social y pacífica que pueda proyectar la voz y las demandas de los pueblos al corazón de los procesos de toma de decisiones políticas. Nosotros y la OIT, la OIT tripartita, también debemos escu- char este mensaje. Seamos audaces y ambiciosos como lo fueron nuestros antecesores. Hagamos que esta posibilidad de cambio se concrete. Voy a ex-presarme de la manera más sencilla posible — es cierto que a veces soy entusiasta y tengo mi propia manera de decir las cosas, no cabe duda de que vengo de una cultura latina — pero creo que lo que les estoy diciendo hoy tiene consecuencias profun-das para esta institución. Lo peor que nos puede pasar — y me dirijo a los empleadores, los gobier-nos y la parte de los gobiernos que no se encuentran aquí, la parte económica y financiera, y a los traba-jadores — es que la OIT tripartita transmita la ima-gen de que no está a la altura de esta tarea, aunque sí lo estuvo en el pasado. Creo que esto no es así. Sí creo que estamos a la altura, porque de lo contrario no hubiéramos firmado la Declaración de 2008 ni el Pacto Global para el Empleo. Pero aquí hay que darle un matiz de urgencia a nuestra tarea, poder transmitir esta sensación de que la gente que está padeciendo tiene por lo menos un lugar en la comu-nidad internacional que les está escuchando. Ese lugar es la OIT.