Trabajar juntos para salir de la pobreza: Sin milagros, sólo trabajo decente
Cada día, diez millones de personas de todo el mundo procuran sus propias vías para salir de la pobreza mediante un acto sencillo: ir a trabajar. No obstante, para muchos, su esfuerzo no basta para escapar de la trampa de la pobreza. Lo que la gente necesita son puestos de trabajo, y una oportunidad justa de conseguir un empleo decente. Con ocasión del Día Internacional para la Erradicación de la Pobreza en octubre, la OIT instó a que se emprendan medidas para abordar el problema mundial de la pobreza. En el presente número de Trabajo se hace hincapié en algunas de las opciones que pueden utilizarse para superar la pobreza mediante el trabajo.
GINEBRA - Cuando se trata de necesidades básicas, lo que quieren las personas no son milagros, sino trabajo decente. Así lo señaló Juan Somavia, Director General de la OIT, en el Día Internacional para la Erradicación de la Pobreza.
Hoy en día, la pobreza sigue constituyendo un inmenso problema en todo el mundo. Casi la mitad de los 2.800 millones de trabajadores del planeta y sus familias subsisten con el equivalente a 2 dólares de Estados Unidos, o menos, por persona y día.
¿Cuál es el alcance de la situación actual de la pobreza y qué puede hacerse al respecto? En varios de los informes recientes del Director General de la OIT se ha otorgado prioridad a esta cuestión ( Nota 1). En esta ocasión, Trabajo entrevistó al Sr. Somavia con el fin de obtener su visión general de la cuestión y conocer sus propuestas respecto a las medidas para abordarla.
En el mundo crece la convicción de que los
ricos son siempre más ricos y los pobres,
más pobres. ¿Comparte esta visión?
Juan Somavia: Cerca de la mitad de los
trabajadores del mundo no ganan lo suficiente para
lograr que ellos mismos y sus familias se mantengan
por encima del umbral de la pobreza de 2 dólares
al día por persona. Esta cifra es casi la misma
que en 1994, aunque ahora representa a algo menos de
la mitad de la fuerza laboral del mundo, porcentaje
inferior al 57% de entonces. Con la excepción
del África subsahariana, todas las demás
regiones en desarrollo experimentaron una
reducción del porcentaje de la pobreza laboral
en el empleo en general. China y sus vecinos de Asia
oriental registraron la disminución más
drástica. Este progreso es positivo pero hay que
considerar que en el caso de un país como India,
por ejemplo, si continúa el fuerte crecimiento y
la reducción de la pobreza del período
2000-2005, aún será necesario esperar un
siglo para alcanzar a los países que hoy tienen
altos ingresos. Por otra parte, la desigualdad dentro
de los países está aumentando. De los 73
países de los que se disponía de datos, 53
de ellos, que representan a más del 80% de la
población del mundo, han registrado un aumento
de la desigualdad, mientras que sólo en 9
países se ha reducido.
¿La pobreza es un problema exclusivo del
mundo en desarrollo?
Juan Somavia: No. La tasa media de
pobreza, definida como menos de la mitad del ingreso
medio, referida a 20 países de la OCDE, fue de
10,6% en 2000. Un porcentaje superior al de mediados
de la década de 1990, cuando el promedio era del
10%. La tasa de pobreza era superior al 15% en
Irlanda, Japón, Estados Unidos y Turquía, y
al 20% en México. La pobreza infantil
aumentó en la década de 1990 y se
ralentizó el progreso en la reducción de la
pobreza de las personas mayores.
¿Está relacionado el incremento de la
desigualdad de los ingresos con el aumento de la
desigualdad de los salarios?
Juan Somavia: Las desigualdades han
aumentado drásticamente en la mayoría de
las economías en transición y crecieron de
manera considerable en algunos países de
América Latina. El panorama en Asia es diverso,
algunos países han logrado reducir la
desigualdad, pero otros, como China y Sri Lanka,
registraron un marcado incremento. La desigualdad en
los ingresos brutos (medida sobre la población
con empleo) registró un aumento por término
medio en los países OCDE de los que se dispone
de datos.
El aumento en la dispersión de los salarios y la preocupación por la pobreza entre los trabajadores más vulnerables ha dirigido la atención hacia los sistemas de salario mínimo. Una serie de países ha hecho esfuerzos considerables para ampliar la protección del salario mínimo a trabajadores que antes no estaban cubiertos. Por ejemplo: la inclusión de los trabajadores domésticos y agrícolas en Sudáfrica en 2000-2001, la extensión del salario mínimo a los trabajadores agrícolas en Bolivia en 2005, y la inclusión de los trabajadores domésticos en China en 2003.
Muchas de las personas más pobres del mundo viven aún de la agricultura de subsistencia. ¿Qué dimensiones tiene este sector y qué puede hacerse para mejorar la situación?
Juan Somavia: Viviendo las tres cuartas partes de las personas más pobres en el mundo en las áreas rurales de los países en desarrollo, mejorar la productividad, los ingresos y las condiciones de trabajo en la agricultura es vital para el desarrollo. La reducción de la pobreza extrema es por tanto, en gran medida, una cuestión que implica mejorar la capacidad de obtener ingresos de los trabajadores agrícolas y de los propietarios de pequeñas explotaciones agrarias, junto al desarrollo de oportunidades de empleo no agrario en las áreas rurales. Además de las inversiones en infraestructura y educación, superar la trampa de la pobreza rural requiere un mayor esfuerzo para desarrollar organizaciones colectivas de trabajadores y pequeños agricultores, como las cooperativas.
¿Hasta qué punto la seguridad social
puede contribuir a la reducción de la pobreza y
la desigualdad?
Juan Somavia: Algunos países en
desarrollo introdujeron en los últimos años
sistemas de pensiones básicas o de prestaciones
para los niños financiados con los fondos
estatales que están demostrando ser un
importante medio para combatir la pobreza. Las
evidencias sólidas de experiencias positivas
proceden de países tan diversos como Brasil,
Mauricio, Namibia, Nepal y Sudáfrica. Aunque
estos países muestran el camino para salir de la
pobreza a través de mecanismos de cobertura de
la seguridad social, sólo una de cada cinco
personas en el mundo tiene una adecuada cobertura
social. Las otras cuatro también la necesitan,
pero de alguna manera deben arreglárselas sin
tenerla. Por esta razón, la OIT puso en marcha
la Campaña Mundial sobre Seguridad Social y
Cobertura para Todos con el objetivo de extender la
cobertura de la seguridad social como un medio para
combatir la pobreza y la exclusión social.
¿Qué más puede hacerse para reducir
la pobreza en el mundo?
Juan Somavia: Es necesario un mayor
esfuerzo para mejorar la productividad, los ingresos
y las condiciones de trabajo, con el fin de reducir
la pobreza que afecta a casi la mitad de los
trabajadores del mundo. Vivimos un momento de
oportunidad e incertidumbre en el cual muchas de las
barreras que impedían a hombres y mujeres
desarrollar por completo sus capacidades se
derrumban, pero en el que los buenos trabajos que
proveen las bases de la seguridad sobre las que
construir sus vidas son cada vez más
difíciles de encontrar. La necesidad de reducir
la pobreza absoluta y disminuir la brecha del ingreso
es aceptada como esencial desde el punto de vista
moral, tanto en los países desarrollados como en
desarrollo, y también como una manera para
combatir las causas más evidentes de la
inestabilidad social, económica y política.
Con frecuencia, las elecciones en diversas partes del
mundo se ganan o se pierden por la cuestión del
empleo.
¿Cómo podemos integrar el Programa de
Trabajo Decente de la OIT con estrategias para la
reducción de la pobreza y una globalización
justa?
Juan Somavia: Nuestra Organización
tiene el mandato de apoyar a gobiernos,
organizaciones de empleadores y de trabajadores en su
esfuerzo por alcanzar el objetivo del trabajo decente
para todos. En un mundo donde las influencias
internacionales sobre el trabajo y los mercados
laborales son cada vez más fuertes, la OIT, a
través de la participación y el compromiso
de sus mandantes, podría influir notablemente en
la manera en la que el mundo del trabajo
cambiará en el futuro. Sin embargo, trasladar el
objetivo de trabajo decente para todos a la
práctica requiere de un conjunto de
políticas que van más allá de las
principales áreas de especialización de la
OIT y de sus mandantes. Hacer del trabajo decente un
objetivo global requiere de un enfoque que cuente con
el consenso de todo el sistema multilateral, con la
OIT actuando como facilitador de la integración
del Programa de Trabajo Decente con estrategias de
reducción de la pobreza y consecución de
una globalización justa e inclusiva.
Día internacional para la Erradicación de la Pobreza Mensaje de Juan Somavia, Director general de la Oficina Internacional del Trabajo, 17 de octubre de 2006
No obstante, para muchos, su esfuerzo no basta para escapar de la trampa de la pobreza. Las personas que viven y trabajan en condiciones de pobreza no piden milagros, sino oportunidades y resultados: la opción razonable de obtener un trabajo decente. Celebremos el Día Internacional para la Erradicación de la Pobreza adoptando la firme decisión de atender la demanda democrática esencial de hombres y mujeres de conseguir un trabajo decente y lograr la dignidad en el trabajo.
La cifra total de trabajadores que obtienen 2 dólares de Estados Unidos al día, o menos, para su mantenimiento y el de sus familias permanece al mismo nivel que hace diez años. Actualmente, dicha cifra equivale en torno al 50% de la población activa mundial. En África, el número de los que subsisten con menos de un dólar al día casi se ha duplicado en los últimos 25 años.
Por otra parte, el mayor porcentaje de nuevos puestos de trabajo se crea en el marco de una economía informal aquejada de un exceso de mano de obra, en la que hombres y mujeres trabajan para ganarse la vida a duras penas con una escasa productividad y, en consecuencia, con bajos ingresos. A pesar del crecimiento global, la desconexión entre éste y el trabajo decente amplía las desigualdades de renta, alimenta las tensiones sociales y obstaculiza el esfuerzo global por erradicar la pobreza.
Si queremos cosechar resultados diferentes, necesitamos políticas diferentes.
Como señaló el Secretario General Kofi Annan: "debemos reevaluar nuestro planteamiento, y colocar la creación de empleo justo al lado del crecimiento económico en las agendas de las políticas económicas y sociales nacionales e internacionales. . . al debatir las políticas macroeconómicas, ha de adoptarse un mecanismo de reflexión institucionalizado que permita preguntarse permanentemente, "¿qué puede hacer ésto por el empleo?"
La comunidad internacional comienza a movilizarse para garantizar que el crecimiento económico se traduzca en trabajo decente para hombres y mujeres.
En la Cumbre Mundial de las Naciones Unidas del pasado año, los Jefes de Estado y de Gobierno decidieron optar por una globalización justa, el empleo pleno y productivo y el trabajo decente para todos como objetivo a escala mundial y realidad en el ámbito nacional. Reconocieron tales aspiraciones como instrumentos para la consecución de los Objetivos de Desarrollo del Milenio, y en particular, de la atenuación de la pobreza.
Como medida de seguimiento práctico, el reciente grupo ministerial de alto nivel del Consejo Económico y Social (ECOSOC) transmitió un mensaje inequívoco al sistema de las Naciones Unidas para colaborar en el fomento del empleo de calidad. La contribución específica de la OIT engloba los Programas Nacionales de Trabajo Decente, destacados por el ECOSOC como parte de un "planteamiento más coherente y pragmático de las Naciones Unidas sobre el desarrollo".
Decidamos aunar nuestros esfuerzos para transformar el creciente reconocimiento del papel esencial del empleo para reducir la pobreza en políticas, programas e inversiones concretos que ejerzan una repercusión positiva en las personas, en sus familias y en las comunidades en las que viven y trabajan.
Nota 1 - Véase Cambios en el mundo del trabajo, informe del Director General a la Conferencia Internacional del Trabajo, 95ª reunión 2006, Oficina Internacional del Trabajo, Ginebra; Superar la pobreza mediante el trabajo, Informe del Director General a la Conferencia Internacional del Trabajo, 91ª reunión 2003, Oficina Internacional del Trabajo, Ginebra.