Esta historia fue escrita por la Sala de Noticias de la OIT. Para ver las declaraciones y discursos oficiales de la OIT, por favor visite nuestra sección "Declaraciones y Discursos".

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C182: Es hora de ensuciarnos las manos

En el Dia Mundial de la Asistencia Humanitaria, Francesco D'Ovidio, de la OIT, repasa sus experiencias en la lucha por la erradicación del trabajo infantil y habla de las personas que más le inspiraron.

Opinión | 19 de agosto de 2020
Francesco d’Ovidio, funcionario encargado, FUNDAMENTAL
“¿De verdad son esas mis manos…? ¿Estás seguro, Francesco..?”

Dibou miraba el poster de cinco metros que colgaba en medio del foyer de la sala de exposiciones de Oslo. En la imagen inmensa se veían dos manos hermosas y pequeñas. Nos habían contado que eran las de Dibou.

En esa época Dibou tenía 15 años y acababa de perder su trabajo de empleada doméstica en Dakar. La Señora para la que trabajaba no terminaba de aceptar que su jovencísima trabajadora doméstica tuviera que viajar a una conferencia en Europa. Creía que le estaba gastando una broma. Pero no, Dibou hablaba más en serio que nunca. Además del duro trabajo que realizaba en casa de la Señora, Dibou era la carismática dirigente de la delegación senegalesa de African Movement of Working Children and Youth, y por eso había sido invitada por el Gobierno de Noruega a la Conferencia Internacional sobre el trabajo infantil, celebrada en Oslo en 1997 junto con representantes de la Marcha mundial contra el trabajo infantil y otras importantes organizaciones.

No era la primera invitación que recibía. Ya había estado en Amsterdam, Lima, Nueva York y otros lugares muy distantes de Dakar. La razón siempre era la misma; explicar con paciencia a la ONU, a la OIT y a los políticos, en qué consistía verdaderamente el trabajo infantil. Porque, dijo, si iban a elaborar otro convenio sobre el tema, era mejor que lo hicieran bien.

Aquel día de 1997 yo estaba con ella en Oslo; también había estado con ella y otros niño en la Conferencia Internacional del Trabajo de 1998 en Ginebra, al celebrarse la primera discusión sobre la adopción del Convenio núm. 182 sobre las peores formas de trabajo infantil. Me había hecho abogado en Italia un par de años antes y, al igual que muchos compañeros de mi generación, tras el asesinato de los jueces Giovanni Falcone y Paolo Borsellino por la Mafia, quería ser juez.

Las cosas cambiaron, y posteriormente me encontré en Dakar (Senegal), como becario en la ONG, ENDA. Mi trabajo era de apoyo al African Movement of Working Children, y entre otras cosas acompañaba a los dirigentes a foros internacionales sobre trabajo infantil.
© Dibou (first on the right) and me in 1997 during a meeting in Lima, Peru, with other children in preparation of the Oslo Conference
En 1997 fui a Oslo por casualidad, pues mi jefe estaba enfermo y no podía viajar a Noruega. En la actualidad, también por casualidad, estoy a cargo de FUNDAMENTALS porque la jefatura está vacante, justo cuando se celebra la ratificación universal del Convenio núm. 182 por todos los Estados Miembros de la OIT. Es la primera vez que ocurre algo así con una norma internacional del trabajo ¡es muy importante!

Me gustaría estar con Dibou para contarle: “Ya ves: finalmente lo hicieron bien con este Convenio, Dibou. Todos los países lo han ratificado”. Sin embargo, creo adivinar su respuesta: “C’est bien, Francesco, mais il y a encore du boulot à faire” (Está bien, Francesco, pero queda trabajo por hacer).

Sí Dibou, sigue habiendo tanto por hacer, y en ocasiones es tan difícil seguir empujando y empujando…

Echo mucho de menos a Dibou, y echo de menos la lucidez de esos cientos de niños que dejaron un segundo de picar piedra, de pescar, de cavar en una mina o de soldar en un taller para hablar conmigo. No cabe duda de que todos querían ir a la escuela y jugar, pero por sobre todo querían dignidad para sus padres y paz para su comunidad. Si esto no se produce…, en fin, seguirán trabajando; haya o no ratificación.

Que no se me malinterprete: lograr la ratificación universal de una norma internacional del trabajo supone una inmensa labor, y todos debemos estar orgullosos. Significa que todos los rincones del mundo están convencidos de que estamos en el buen camino. Pero seamos honestos: no significa que la cuestión esté resuelta ni que hayamos ganado la batalla. Para ganarla es preciso aplicar el Convenio; y aplicarlo en todas partes.

Así pues, arremanguémonos y ensuciémonos las manos para que este viaje largo e inspirador tenga un verdadero significado.

por Francesco d’Ovidio, funcionario encargado, FUNDAMENTAL