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Por qué el modelo social europeo sigue siendo relevante

"En ciertos países, los elementos fundamentales del modelo social europeo fueron transformados de manera radical, y algunas veces han sido desmantelados, aún cuando evidentemente no eran la causa de la crisis o de los déficits presupuestarios," dice Daniel Vaughan-Whitehead, Economista principal de la OIT.

Opinión | 19 de marzo de 2014
Por Daniel Vaughan-Whitehead, Economista principal de la OIT


GINEBRA - El modelo social europeo (MSE) -constituido por una serie de políticas sociales dirigidas a promover el crecimiento económico, un alto nivel de vida y condiciones de trabajo decentes- desempeñó un papel fundamental en la configuración de la sociedad europea en los años de la posguerra.

La importancia de estas políticas fue claramente demostrada en la primera fase de la crisis, cuando factores como la protección social permitieron amortiguar el impacto social de la crisis en términos de crecimiento, desempleo y pobreza.

En diversos países europeos, los interlocutores sociales, a través del diálogo social, lograron establecer sistemas de distribución del trabajo que redujeron los despidos, con frecuencia con la ayuda del gobierno. Este fue el caso de Alemania, Bélgica, Luxemburgo y Austria y diversos otros países.

Pero a partir de 2010, la preocupación creciente sobre los niveles de la deuda soberana y el déficit fiscal, ocasionó que muchos países introdujeran políticas de consolidación fiscal. Si bien el gasto social público actuó como un estabilizador automático, y su aumento en 2009 limitó la caída del poder adquisitivo de los ciudadanos y la de la demanda interna, la situación se revirtió en 2011, cuando el gasto social público real de la UE 27 disminuyó en cerca de 1,5 por ciento respecto al año anterior. Algunos países, recortaron el gasto público hasta niveles inferiores a los anteriores a la crisis.

Este cambio en las políticas públicas ha producido consecuencias evidentes para el MSE. Los hechos muestran que más allá de la diversidad de las situaciones nacionales –en algunos países el MSE resistió mientras que en otros ha sido muy debilitado– los cambios observados han sido significativos y han afectado los principales pilares del modelo.

Si bien estos cambios han suscitado inquietud entre los ciudadanos y los trabajadores de Europa, también está ampliamente reconocido que el MSE, en su formato actual, no está libre de defectos. Tanto la OIT como la Comisión Europea han reconocido que ciertos elementos del MSE necesitan ser reformados en vista de desafíos tales como el aumento de la competición en los mercados mundiales y el envejecimiento de las sociedades europeas.

La cuestión es si, en algunos países, las políticas de consolidación fiscal en Europa impulsaron los cambios demasiado rápido o si, en otros casos, las reformas introducidas no las desviaron de sus objetivos iniciales de garantizar una mayor eficacia y sostenibilidad de las políticas sociales. En ciertos países, los elementos fundamentales del MSE fueron transformados de manera radical, y algunas veces han sido desmantelados, aún cuando evidentemente no eran la causa de la crisis o de los déficits presupuestarios.

Los países, bajo la influencia directa de la Troika, tuvieron que reducir los costos salariales unitarios disminuyendo los salarios y los derechos de negociación colectiva. Los sistemas de protección social con frecuencia pasaron a ser menos generosos y algunas veces menos universales al reducir el acceso a las prestaciones por desempleo y a los beneficios universales, como las asignaciones por hijos, vivienda o enfermedad. Las reformas de los mercados laborales se aceleraron con miras a mejorar las tasas de empleo, en particular modificando las normas de contratación y despido para incrementar la flexibilidad que han, como era de esperar, reducido la seguridad de empleo de los trabajadores. La reducción del gasto público también afectó la calidad y alcance de los servicios públicos en muchos lugares.

Una mayor flexibilidad en los mercados laborales, asociada a una reducción del nivel y cobertura de la protección social, puede tener un impacto negativo en términos de pobreza, capital humano e igualdad. Es preciso tener presente que el porcentaje de trabajadores pobres en Europa llegó a 9,1 por ciento en 2012. Si la negociación colectiva y el diálogo social han demostrado ser recursos poderosos para mitigar y superar la crisis, es preocupante constatar que las medidas adoptadas por diversos países hayan tenido repercusiones negativas sobre estas instituciones.

En ciertos países, la eficacia de las políticas dirigidas a incrementar la competitividad sólo a través de la reducción de los costos laborales debería ser cuestionada. El desafío de la competitividad en Europa Meridional está estrechamente relacionado con la reducción de la brecha tecnológica.

Estas son algunas de las cuestiones que estuvieron al centro de una reunión en Bruselas sobre el futuro del MSE. La reunión incluyó un debate sobre el libro titulado “The European Social Model in times of Economic Crisis and Austerity Policies” (El modelo social europeo en tiempos de crisis económica y políticas de austeridad), de próxima publicación.

El MSE es una fuente de inspiración para diversas economías emergentes como China, Brasil, Indonesia y Marruecos. Es crucial que la UE se pronuncie con firmeza y adopte las decisiones necesarias para preservar el modelo social que ha desempeñado un papel tan determinante en su historia.