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Nuestro impacto, sus historias

En Madagascar, la pobreza lleva a los niños a trabajar en condiciones peligrosas

Este año, el Día mundial contra el trabajo infantil está dedicado al trabajo infantil peligroso y al trabajo seguro para los jóvenes que tienen la edad mínima legal para trabajar. Casi la mitad de las 152 millones de víctimas del trabajo infantil – 73 millones – realizan trabajos peligrosos. En Madagascar, los niños que trabajan en la fabricación de ladrillos y en el trabajo doméstico, están entre los que necesitan protección.

Feature | 12 June 2018

ANTSIRABE, Madagascar (OIT Noticias) – Nada parecía llamar la atención en la fábrica de ladrillos que habíamos visitado, salvo su privilegiada ubicación. Situada en las afueras de Antsirabe, una localidad de aproximadamente 200.000 habitantes en Hautes Terres, a 170 km al sur de la capital. Se encuentra justo en la salida de la N7, una de las principales carreteras que unen el sur de la isla con la capital de Madagascar. Pero de regreso a Antananarivo, vimos unas pequeñas figuras que cargaban ladrillos en sus cabezas. A medida que nos acercamos, vimos que eran niños.

Hablamos con Sylvie, una niña de 10 años. Junto a su mamá y su hermana mayor, trabajaba cinco días a la semana de 6 de la mañana a 5 de la tarde, transportando sobre su cabeza ocho ladrillos en promedio. Pesamos uno de los ladrillos, pesaba 2,6 kg. Es decir, el cuello de Sylvie estaba soportando una carga de más de 20 kg. Su mamá explicó que los niños transportan 200 ladrillos al día, los adultos 500. Por cada ladrillo reciben 9 ariary (0,0028 dólares), lo cual representa alrededor de 50 centavos de dólar al día.

La mamá señaló a sus otros dos hijos pequeños que estaban encaramados en las rocas bajo el sol en el medio de la fábrica. Ella lamenta esta situación pero nos dijo que la familia es tan pobre que no tenía otra opción. Oficialmente, sus hijos van a la escuela, pero de hecho nosotros hablamos con ellos un día de la semana durante las horas de clase.

Pensábamos que en cualquier momento llegaría un capataz y nos echaría. Pero no vino nadie, como si la situación fuese normal para todos. Hablamos con otros niños, de tan sólo seis años, que realizaban ante la vista de todos el mismo trabajo peligroso.

“Algunas veces duele”

Sylvie finalmente nos confesó “todos estos ladrillos, algunas veces duelen”, dijo al interprete señalando su cuello.

Luego dijo otras pocas palabras que resumían todo: “Saben, preferiría ir a la escuela”.

A pocos kilómetros de la fábrica de ladrillos, conocimos a Nivo. Ella tiene 16 años. Era muy joven cuando abandonó a su familia, asolada por la pobreza, para ir a trabajar como doméstica en Antsirabe.

Del amanecer hasta el crepúsculo, Nivo realiza todas las tareas del hogar (lava los platos y la ropa, cocina y limpia) y cuida del ganado sin ningún tipo de protección. Ella gana apenas 40.000 ariary (12 dólares) al mes, se queda con sólo 5.000 ariary (1,50 dólares) y envía el resto a su familia, a la cual no ha vuelto a ver desde su llegada a Antsirabe. Nos dijo que nunca había ido a la escuela.

Cuando le preguntamos sobre su futuro, Nivo se mostró escéptica. “Quién sabe lo que ocurrirá. No tengo ninguna oportunidad porque no sé leer ni escribir”, admitió con tristeza. Ella dijo que recibe un buen trato, pero era difícil afirmar lo contrario con sus empleadores escuchando nuestra conversación a tan sólo pocos metros.

Es para prevenir situaciones como esta, que la OIT puso en marcha un programa en Antsirabe a fin de permitir que los niños trabajadores domésticos tengan la oportunidad de cambiar su condición y tengan acceso a la formación profesional. Lalaina Razanapera, responsable de la ONG local “Sarobidy” (que significa “preciado” en malgache) encargada de implementar el proyecto, dijo que ha impartido formación profesional a 190 niños, sensibilizado a otros 2.000 y retirado a 2.500 niños del trabajo infantil.

"No tengo ninguna oportunidad porque no sé leer ni escribir." - Nivo
En el proyecto participan además las autoridades locales y los inspectores del trabajo. Según un estudio realizado por la inspección laboral en 2015-2016, en la zona de Antsirabe, se registraron 500 casos de trabajo infantil, incluidos 250 casos de trabajo doméstico.

Servidumbre por deudas

“Ello obedece a muchos factores”, explicó Dera Randrianarivony, inspector del trabajo responsable de las cuestiones relacionadas con el trabajo infantil, entre las cuales destacan la pobreza y las costumbres locales que obligan a las familias a celebrar ceremonias tradicionales muy caras cuyo costo no siempre pueden pagar, lo que les induce a enviar a sus hijos a trabajar para particulares. “Con frecuencia se convierte en una forma de trabajo en condiciones de servidumbre”, agregó.

El único medio con el cual parece contar este inspector es su buena voluntad, casi sin otros recursos para llevar a cabo su misión. Carece de vehículo y para desplazarse depende de la policía que le exige pagar la gasolina. En casos de trabajo doméstico, enfrenta además obstáculos de índole jurídica. Por ejemplo, no está autorizado a entrar en los hogares particulares por no ser inspector de policía.

Medios de acción limitados

Lo seguimos mientras se dirige a un gargote – una pequeña venta de comida rápida – situada cerca de la estación donde le dijeron que trabaja una niña. A la llegada del inspector, la niña huyó por la parte posterior de la tienda asustada, en lágrimas. Se llama Simone, tiene 12 años. Su historia es demasiado habitual en la región. Sus padres viven en una zona rural y son tan pobres que la enviaron a la ciudad a trabajar para su cuñada.

Simone asegura que va a la escuela y que “sólo ayuda” en la tienda. Pero ella no contesta cuando el inspector le pregunta el nombre de su profesor, y el estado de sus pies, muy sucios para una colegiala, desmienten su historia.

No es mucho lo que el inspector puede hacer, salvo recordarle la legislación vigente al propietario de la tienda, señalarle que no es un ambiente seguro para que un niño trabaje y amenazarlo con una sanción. La situación es compleja, Dera Randrianarivony nos explicó que arrestar a sus empleadores o a sus padres podría empeorar aún más la situación de Simone. Si esto sucediera, ella podría quedarse sin un hogar.

“Pasé las penas del infierno”

Hortensia
La historia de Hortensia tiene un final más feliz. Actualmente tiene 17 años, y nos contó el infierno que padeció en una casa donde la habían enviado a trabajar como empleada doméstica. Durante dos años, ella realizaba todas las tareas del hogar. Desde las 5 de la mañana y hasta las 10 de la noche, ella limpiaba, cocinaba, iba al mercado, lavaba la ropa y era siempre la última en irse a dormir. Cuando se enfermó, no recibió ningún tratamiento médico y de su exiguo salario mensual 20.000 ariary (7 dólares) se le retenía una cantidad por cada error que cometía.

Gracias a un programa de formación profesional, apoyado por la OIT, logró escapar de esta situación. Ella aprendió técnicas fundamentales de cría de animales y de agricultura y hoy día, en una pequeña parcela que alquiló, cultiva patatas, zanahorias, ajo, puerros, repollos, maíz y alubias. Además cría a un cerdito que recibió de parte del proyecto al final de su formación. Su familia está muy orgullosa de ella.

Protección de los trabajos peligrosos

Para Lauréat Rasolofoniainarison, administrador local del programa en la oficina de la OIT en Antananarivo, es fundamental hablar con la familia de los niños.

“Los padres nos dicen con frecuencia que envían a sus hijos a trabajar, y no a la escuela, porque son pobres. Pero en realidad, sus familias seguirán siendo pobres a menos que no les ayudemos a salir del círculo vicioso que los lleva a enviar sus hijos a trabajar en vez que a la escuela. Su pobreza está perpetuando un círculo que no deja espacio para la educación o para mejorar las competencias y los ingresos. Es por ello que el trabajo decente para los adultos y los pisos de protección social son armas potentes contra el trabajo infantil”, concluyó.

Beate Andrees, Jefa del Servicio de Principios y derechos fundamentales en el trabajo de la OIT en Ginebra, transmite un mensaje similar, al destacar la necesidad de poner fin al trabajo infantil y de proteger la seguridad y la salud de los trabajadores jóvenes que tienen la edad mínima legal para trabajar.

“Es esencial retirar del trabajo a los niños menores de la edad mínima para trabajar y, más aún, del trabajo peligroso. Además, debemos garantizar que tengan acceso a una educación de calidad y asistan a la escuela al menos hasta que terminen la educación obligatoria y tengan la edad mínima legal para trabar”, concluyó.