Esta historia fue escrita por la Sala de Noticias de la OIT. Para ver las declaraciones y discursos oficiales de la OIT, por favor visite nuestra sección "Declaraciones y Discursos".

Desde Pakistán

Un sueño hecho realidad en un taller de motocicletas

Procurar un cambio de mentalidad puede ser el mayor desafío cuando se trata de combatir el trabajo infantil. Pero el diálogo y la cooperación son siempre un buen inicio.

Reportaje | 15 de octubre de 2013
ISLAMABAD (OIT Noticias) – Muhammad Baksh Maiser vive en una pequeña aldea a unos 30 kilómetros de Pannu Agil, una localidad rural a cerca de 35 km de Sukkur, la capital del distrito, en el sudeste de Pakistán. Tiene 50 años, cinco hijos y una fuerte convicción de que sólo gracias a la educación sus hijos podrán tener una vida decente en una región donde ir a la escuela es un lujo para muchos.

“Hubiese querido enviarlos a la escuela, pero no hay escuelas públicas en las inmediaciones”, explica Maiser. Mandarlos a una escuela privada es imposible, ya que el ingreso familiar es de 200 rupias (1,9 dólares) al día, apenas lo suficiente para sobrevivir.

Gada, su hijo mayor, tiene 17 años y nunca ha ido a la escuela. Tenía ocho años cuando comenzó a trabajar a tiempo completo en los campos para ayudar a sus padres. Gada pasó largas y extenuantes jornadas de trabajo recogiendo vegetales, lo cual le impedía recibir una educación básica. Como sus hermanos, no tenía otra posibilidad que contribuir con el ingreso familiar.

Un día, un equipo de la OIT visitó la región para abrir un centro de formación profesional dirigido a jóvenes como Gada. La OIT vio una oportunidad en uno de los problemas más desafiantes de la comunidad: su aislamiento. El equipó constató que las personas principalmente utilizaban motocicletas para efectuar el largo viaje hasta Pannu Agil. Sin embargo, no había ni un taller de reparación de motocicletas en la zona.

Con esta idea, la OIT creó un curso de mecánico en reparación de motocicletas de seis meses de duración que incluía la capacitación práctica para 24 muchachos. Gada era uno de ellos.

Una vez que el curso finalizó, los participantes recibieron un juego de herramientas para reparar motocicletas. Gada reconoció la oportunidad e inmediatamente abrió un pequeño taller.

“Me siento muy bien, soy independiente y puedo contribuir con una buena cantidad de dinero para mi familia”, dijo. Gada gana cerca de 400 rupias (3,8 dólares) al día, el doble del ingreso previo de toda la familia, lo cual permite que sus hermanos más jóvenes pasen menos tiempo en los campos y más en la escuela.

Gada está ahorrando dinero para abrir un nuevo taller, donde espera formar y emplear a otros jóvenes como él.


Cambio cultural

En Pakistán, hay miles de familias como los Maisers. Con mucha frecuencia, el mayor desafío consiste en cambiar la mentalidad de las personas en relación al trabajo infantil.
 
 Zahid Hussain Shah, representative of the Pakistan Workers’ Federation in Sukkur


Aún los trabajadores que forman parte de sindicatos tienen que comenzar a pensar de manera diferente, dice Zahid Hussain Shah, representante de la Federación de Trabajadores de Pakistán en Sukkur.

“Yo mismo pensaba que los niños debían ayudar a sus padres, colaborar con las tareas y a la vez adquirir competencias”, dijo.

Shah cobró conciencia cuando comprendió cuán peligrosos pueden ser para los niños determinados trabajos, como cargar y apilar ladrillos en las fábricas, recoger algodón y papas, cosechar manualmente el trigo y la caña de azúcar.

“Un buen día, un equipo de la OIT me habló sobre los peligros asociados con el trabajo infantil”, recordó Shah. “Me pregunto por qué no lo había comprendido antes. Esto me hizo cambiar de actitud hacia el trabajo infantil y me di cuenda de que los niños son privados de su inocencia demasiado pronto en sus vidas”.

Desde entonces, Shah intenta convencer a los padres de sacar a sus hijos del trabajo y enviarlos a la escuela. No es una tarea fácil. Para muchas de estas familias –algunas con más de diez hijos– significa perder un ingreso extra, aunque algunos pensaban que de hecho el trabajo podía ser peligroso para sus hijos. Otros consideraban que era una buena formación para el futuro.

“Al principio hacían oídos sordos. Pero con la ayuda de la OIT, coloqué una serie de afiches en mi oficina que muestran los peligros del trabajo infantil. La descripción visual fue muy eficaz y comenzaron a surgir las preguntas. Muchos llegaron a entender que sus hijos estaban siendo maltratados en el trabajo, ganando sólo pocas rupias. Entendieron que invertir en su educación les aportaría beneficios en el futuro gracias a empleos decentes”.

Lenta pero progresivamente, los padres comenzaron a cambiar su mentalidad en relación al trabajo infantil. Muchos inscribieron a sus hijos en centros de educación no formal, donde recibieron formación en una serie de áreas, como corte y confección, reparación de motocicletas y estética.

“Puedo percibir un cambio en mi comunidad”, agregó Shah. “Espero que muchos de nuestros niños tengan vidas mejores que las nuestras y realicen sus sueños y los de sus padres”.

Un proyecto exitoso

Estos cambios sociales y culturales son el resultado del proyecto Luchar contra la explotación de los niños en el trabajo (CACL-II), financiado por la Unión Europea, y que estuvo activo desde 2008 hasta 2013 a cargo del Programa Internacional para la Erradicación del Trabajo Infantil de la OIT (IPEC).

El proyecto mejoró la vida de hasta 10.000 niños y produjo cambios fuertes y convincentes en las actitudes y prácticas hacia el trabajo infantil, al persuadir a los padres, los empleadores y los funcionarios. Modificó la percepción sobre la educación y el trabajo y las actitudes acerca del empleo de los niños en el trabajo informal.

El proyecto reunió diversos enfoques para alcanzar tres objetivos: ofrecer un modelo holístico de actividades a nivel de distrito, reforzar las capacidades institucionales y técnicas, y crear una base de conocimientos completa. Los enfoques comprendían desde políticas de distrito hasta el apoyo directo a los niños y sus familias en dos distritos pilotos, uno en la Provincia de Punjab (Distrito de Sahiwal) y otro en la Provincia de Sindh (Distrito de Sukkur).

“El proyecto demostró cómo puede funcionar un modelo a nivel de distrito y cómo los principales ministerios, como el de trabajo, educación, salud, agricultura y protección social, pueden unir sus esfuerzos con el de los padres, los empleadores, los sindicatos, los medios de comunicación, las ONG y las comunidades locales para lograr un cambio real para los niños”, explicó Sujeewa Fonseka, asesor técnico principal del proyecto.

El ministerio de Trabajo de Punjab, lanzó recientemente un proyecto de dos millones de dólares para replicar las intervenciones exitosas en otros cuatro distritos.

“Al ofrecer oportunidades alternativas de educación y formación profesional para los niños trabajadores, en particular para aquellos que son rescatados de las peores formas de trabajo infantil, al favorecer el acceso de las familias a las redes de seguridad social, a los proveedores de crédito y de formación para que establezcan sus propia pequeña empresa o una actividad que genere ingresos, hemos logrado un impacto entre las personas más desvalidas de las comunidades locales”, declaró Francesco D'Ovidio, Director de la Oficina de la OIT en Pakistán.