¿Quién cuida a los cuidadores?

En 2015 había 2.000 millones de personas necesitadas de cuidado en el mundo. De aquí a 2030 el número de beneficiados de cuidado ascenderá a 2.300 millones. Sin embargo, los trabajadores del sector padecen condiciones laborales muy precarias. El desafío es formalizar y profesionalizar uno de los sectores que tiene un mayor potencial de crecimiento en el futuro.

Noticia | 5 de noviembre de 2018
Un enfermero asiste a un anciano. Una madre amamanta a su bebé. Una maestra enseña a un grupo de niños. Una trabajadora doméstica limpia un hogar. Una profesional de la salud acompaña a un joven discapacitado. Son algunos de los actores que hoy protagonizan la economía del cuidado, un sector que se torna cada vez más importante.

El acto de cuidar es un trabajo, es decir, tiene valor económico. Sin embargo, en muchas ocasiones parece invisible: no se lo reconoce ni es tenido en cuenta en la toma de decisiones.

“En la economía del cuidado se incluyen tanto aquellos trabajos remunerados como los que no lo son. Hay 647 millones de personas en edad de trabajar que –la mayoría mujeres, unas 616 millones– que realizan tareas de cuidado no remuneradas”, dijo Elva López Mourelo, oficial en mercados de trabajo inclusivos en la oficina de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) para la Argentina.

A fines de octubre y con la conducción de López Mourelo, la OIT organizó una serie de encuentros técnicos que pusieron el foco en esta temática, comenzando por el seminario Mejorar las condiciones de trabajo de los trabajadores del cuidado para un futuro con trabajo decente. Este encuentro contó con la participación de la especialista internacional Claire Hobden, coordinadora de la estrategia de la OIT sobre trabajo decente para las trabajadoras domésticas, quien presentó un informe global sobre el sector.

El seminario, además, contó con la participación de referentes de ONU Mujeres, UNICEF, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), la Organización Panamericana de la Salud (OPS), el Instituto de Altos Estudios Sociales de la Universidad Nacional de San Martín (IDAES) y el Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento (CIPPEC), entre otros organismos.

Factores como el envejecimiento demográfico, el aumento de la esperanza de vida de personas con enfermedades o discapacidades, y los cambios en las estructuras familiares han llevado a una mayor demanda de cuidadores. A este panorama se le agregan condiciones de trabajo precarias: los salarios suelen ser menores a la media, las jornadas laborales más largas y con trabajadores vulnerables expuestos a riesgos en la salud, a violencia y abusos.

En la economía del cuidado, el trabajo doméstico aparece como el área más vulnerable. “El trabajo doméstico representa el 2 por ciento de trabajo a nivel mundial y el 4 por ciento del empleo femenino. En el mundo hay 70 millones de trabajadores en esta área y entre el 70 y 80 por ciento son mujeres. La mayoría viene de grupos vulnerables y alrededor del 75 por ciento del trabajo es informal. Es un sector muy vulnerable porque se hace dentro de una casa, y muchas veces las trabajadoras sufren acoso y violencia”, explicó Hobden.

Brecha de género

En la economía del cuidado la fuerza laboral está compuesta, en su mayoría, por mujeres y muchas de las tareas que tienen a cargo se realizan de forma no remunerada. Ellas han sido y continúan siendo las principales responsables de la gestión de los cuidados de los integrantes de sus hogares.
“Las mujeres realizan el 76,2 por ciento de todo el trabajo de cuidados no remunerados, dedicándole 3,2 más veces que los hombres”, describió Hobden. En esa línea, agregó: “Las mujeres con responsabilidades familiares que también trabajan fuera del hogar tienden a tener condiciones más difíciles: o bien trabajan muy pocas horas y de manera informal porque necesitan de esta flexibilidad para hacer las tareas domésticas, o bien enfrentan jornadas excesivamente largas como respuesta a la doble carga de trabajo”. De acuerdo con la especialista de la OIT, el escenario es aún más difícil para quienes tienen niños de menos de seis años de edad.

La situación en Argentina

“Como la mayoría de los países de Latinoamérica, Argentina está sufriendo un cambio estructural que va a afectar a los cuidados. Además del envejecimiento demográfico y los cambios en la composición de los hogares, en el caso de Argentina se suma el contexto de crisis económica que obliga a todos los miembros del hogar a buscar un trabajo remunerado para hacer frente a la inestabilidad de ingresos y, por lo tanto, externalizar el cuidado”, consideró López Mourelo.

Se trata de un sector emergente: la demanda es cada vez mayor pero las condiciones de trabajo son precarias, con alto grado de informalidad, sin aportes previsionales y con escasa profesionalización.

En el sector del cuidado a nivel mundial, las mujeres realizan el 76,2 por ciento del trabajo no remunerado, dedicándole 3,2 veces más tiempo que los hombres. Al tratarse de un área en crecimiento, esta desigualdad podría acentuarse. “Al ser un sector que tiende a crecer, si no se corrigen estos déficits la brecha entre hombres y mujeres en el mercado de trabajo será cada vez mayor”, alertó la experta en mercados inclusivos de la OIT en Argentina, quien señaló la falta de un enfoque integral en cuanto a las políticas del cuidado.

En este contexto, la OIT reconoce la relevancia social de este sector en el país y por eso trabaja para mejorarlo. Por un lado, el organismo genera información sólida sobre las características del sector y las condiciones laborales de sus trabajadores. Además del diagnóstico, también impulsa un trabajo de debate y sensibilización sobre la situación del sector. “En busca de fortalecer el diálogo social, en 2015 la OIT organizó varios diálogos sobre las políticas de cuidado donde participaron el Estado, los miembros de la academia, de universidades, la sociedad civil, y organizaciones de trabajadores y empleadores”, dijo López Mourelo y añadió: “También desde OIT se realizó un trabajo de capacitación, se organizaron talleres, se realizaron y distribuyeron manuales, guías y se brindó asistencia técnica y acompañó al gobierno en la creación de la ley de trabajo en casas particulares”.

Asimismo, desde la oficina de OIT se impulsa la formalización de los trabajadores del sector en mayor situación de vulnerabilidad, como es el caso de las trabajadoras domésticas. “Trabajamos con el gobierno, los sindicatos y las organizaciones de empleadores para fomentar que se registren los trabajadoras domésticas”, precisó López Mourelo, para quien es necesario superar barreras sociales y culturales con respecto a este tipo de actividad.

“La mayoría de las personas no ven el trabajo doméstico como un verdadero trabajo. Necesitamos cambiar esta mentalidad y este comportamiento de los hogares que emplean a los trabajadores”, explicó Hobden. Con este objetivo, la OIT desarrolló metodologías innovadoras basadas en las ciencias del comportamiento para mejorar la situación de las trabajadoras del sector. “Es una manera de cambiar las normas sociales sin cambiar las leyes, porque las leyes ya están. Lo que se necesita es cambiar el comportamiento de los empleadores. Escribimos cartas para pedir a los empleadores que registren a los trabajadoras domésticas”, señaló Hobden, en referencia a una campaña realizada junto con el Ministerio de Producción y Trabajo de la Nación y la Administración Federal de Ingresos Públicos.

Mediante mensajes positivos que enfatizaban las ventajas del registro, la campaña buscó persuadir a posibles empleadores de trabajadoras domésticas a que formalicen su situación. Los resultados fueron positivos. “Hubo un pequeño pero significativo aumento en el porcentaje de hogares que registraron a trabajadoras domésticas”, afirmó Hobden.

Desafíos

Para las especialistas de la OIT, el cuidado tiene relevancia social en el país y debería revalorizarse el rol de los trabajadores del cuidado. Además, el derecho al cuidado se debería incluir como un componente del sistema de protección social. Esta inclusión implica adaptar el pacto social y fiscal para reorganizar la distribución social del cuidado entre el Estado, el mercado y la sociedad; suscitar un reparto más equitativo de las responsabilidades familiares y domésticas entre hombres y mujeres en el interior de los hogares y promover servicios de cuidados de calidad.

“Tenemos un sector que está creciendo y no se resuelven las problemáticas que presenta corremos el riesgo que se transforme en un sector demandante de mano de obra precaria, informal, que tengamos cada vez un mayor porcentaje de la población en una situación de desigualdad con respecto a la media. El desafío es hacer frente a esta demanda generando empleo de calidad”, explicó López Mourelo.

“En el futuro sabemos que alrededor de 2.300 millones de personas necesitarán cuidado. La OIT está trabajando duro para hacer el trabajo decente una realidad para los trabajadores del cuidado”, dijo Hobden, quien advirtió: “A menos que estas necesidades sean abordadas por políticas de cuidado adecuadas, esta demanda adicional de cuidados remunerados probablemente siga limitando la participación de las mujeres en el mercado de trabajo acentuando la desigualdad de género en el mundo laboral”.

Se abre una oportunidad importante para asumir los cuidados como una necesidad social básica y, por lo tanto, como derecho de ciudadanía: el derecho universal a ser cuidado, a cuidar y al autocuidado, en condiciones de equidad. A la vez, la ampliación y creación de nuevos servicios de cuidados debería contribuir a generar puestos de trabajo de calidad, así como promover que se formalicen aquellos empleos ya existentes. En este sentido, señalaron las especialistas, el Estado debe adoptar una actitud activa en relación con la protección y promoción de las condiciones de trabajo de quienes se desempeñan en la amplia gama de los cuidados.