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88.reunión, 30 de mayo - 15 de junio de 2000


Alocución del Sr. Juan Somavia,
Secretario General de la Conferencia Internacional del Trabajo
5 de junio de 2000

Quisiera decir en primer lugar que no puedo realmente concebir mejor preparación de la inauguración de nuestra plenaria que estas palabras tan profundas que hemos escuchado del Presidente Sampaio. Ustedes saben muy bien que yo creo que, en última instancia, son las personas las que pueden lograr un cambio, y que son los dirigentes políticos que han arriesgado su seguridad y muchas otras cosas en su propio país en pro de sus ideales; por mi parte creo que de eso se trata en la OIT, de poder abordar los problemas reales de hoy y llamarlos por su nombre y al mismo tiempo poder trabajar conjuntamente para encontrar soluciones, de manera que me he alegrado mucho al ver que se nos propone este marco para iniciar nuestros debates.

El año pasado, como todos recordarán, adoptamos una perspectiva nueva para la OIT: el trabajo decente. Esta perspectiva se estructura alrededor de cuatro objetivos estratégicos: los derechos fundamentales, los derechos en el trabajo, el empleo, la protección social y el diálogo social; que nos guían en nuestro trabajo y en nuestra organización interna. Ahora tengo que informarles de cómo la hemos aplicado durante este año. Tengo que decir que ha sido un año muy alentador, con mucho trabajo y con muchos cambios; hemos estado estructurando nuevos programas y estructuras en colaboración con el Consejo de Administración. En un «retiro para la gestión», que celebramos hace unos días, alguien describió nuestra carga de trabajo como el cambiar las ruedas cuando aún está en movimiento el automóvil. Me parece una buena descripción: hay problemas, pero queremos cambiar muchas cosas y no es fácil, es un desafío muy grande, pero creo que le estamos haciendo frente como es debido. Muchos ven ahora una OIT más pertinente y tripartita. Yo veo ahora, en todo caso, una OIT más coherente. No ocultamos nuestras diferencias, pero tenemos un gran sentido de los objetivos comunes, y todo esto se refleja en este Informe de Actividades, que es el texto que figura en las Actas Provisionales núm. 3.

Por lo tanto, no voy a hablar de lo que hemos hecho, sino que más bien quisiera dialogar con ustedes sobre hacia dónde nos dirigimos y cuáles son los retos que tenemos ante nosotros.

El término «trabajo decente», expresa el objetivo general de la OIT en términos normales y cotidianos; es forma de integrar el programa de la OIT, basado en valores y estructurado en torno de los derechos en el trabajo de la protección social, y a la vez como un programa de desarrollo sostenible al crecimiento de la empresa y del empleo. Necesitamos estos dos motores, y que funcionen a toda máquina, para mantenernos en esta línea; por supuesto, con el diálogo social como combustible. El trabajo decente es un objetivo ambicioso, pero es lo que quieren las personas: la gente tiene derecho a ser ambiciosa en relación con ellos mismos y con sus familias. Nuestra labor es conseguir que lleguen a este objetivo, y para hacerlo bien tenemos que examinarlo todo, mirarlo todo a través de sus ojos y comprender la pérdida de dignidad y la inseguridad personal que suponen para una familia el desempleo y la pobreza. Puede que algunos hayan visto una película belga que yo vi hace poco y que se llama Rosetta: es la historia de una joven de 19 años que busca trabajo, y que sólo consigue trabajos que la deshumanizan; estamos hablando de un país desarrollado, y su reacción durante toda la película consiste en decir: «¡Quiero un trabajo normal; por favor, dénme un trabajo normal!». Al ver esta película, me dije: de esto se trata cuando hablamos de trabajo decente, de satisfacer estas expectativas de las personas, es decir, de tener una posibilidad y oportunidades de lograr una vida digna, y así me dí cuenta de que al hablar de trabajo decente no hablamos de algo nuevo.

La persistencia de esta necesidad a lo largo del tiempo la recordé cuando en el Departamento de Trabajo de Estados Unidos vi una exposición del decenio de 1930, en plena crisis, durante la Gran Depresión, en la que se podía ver a los trabajadores desempleados con un letrero delante que decía: «Queremos un trabajo digno».

Ya vemos, pues, que la aspiración a la dignidad en el trabajo es histórica, y hemos podido resumirla en nuestros cuatro objetivos estratégicos, y creo que esto nos va poder llevar a conectarnos con la gente, que es la esencia misma de la OIT, poder conectar con la gente en nuestra forma de hablar, y no desconectarnos de ella por medio de la jerga de las organizaciones internacionales. Yo he vivido nueve años en Nueva York, y puedo asegurarles que si en la Asamblea General de las Naciones Unidas se adopta una Resolución y quieren mostrarla a una persona corriente, no la va a comprender bien. Nosotros, en la OIT, con nuestra estructura tripartita, no debemos caer en esta trampa.

El trabajo decente comienza, pues, con las personas y se refiere a situaciones reales que reflejan la diversidad, y no es una camisa de fuerza, algo que tenga una solución única: al contrario, constituye una forma de tratar con dinamismo y coherencia las diversas aspiraciones y metas de los distintos individuos, culturas y sociedades. La respuesta que he encontrado al examinar este panorama ha sido muy positiva. El problema está en cómo hacer que se plasme en la realidad. Todos comprendemos las posibilidades del trabajo decente, que evolucionan al ritmo del progreso social y económico, y que sus objetivos pueden ir cambiando a lo largo del tiempo.

Cuando hablo con la gente y hablamos de lo que estamos tratando de hacer en la OIT, siempre pregunto: «dígame, para usted ¿qué es el trabajo decente, cómo lo considera dentro de su vida y la de su familia?» La respuesta es: «un trabajo mediante el cual pueda educar a mis hijos, mediante el cual pueda tener salud en la familia , una vida estable y segura, que se reconozca mi trabajo y que, de acuerdo con las normas, tenga yo una jubilación al final de mi vida activa». Cuando oigo esto, me digo: ¿acaso esto es una exigencia revolucionaria? ¿Tenemos que tener miedo de que se aspire a ello?» Yo encuentro que eso es lo normal, la reacción normal de toda persona que quiere constituir una familia en el mundo , y sin embargo, ¿por qué resulta tan difícil?

Y no sólo resulta difícil sino que algunos incluso me han dicho que con ello se sitúa la barrera muy alta y que antes necesitamos trabajo, cualquier tipo de trabajo, y después vamos a preocuparnos de cuán digno sea. Sin embargo, esto es lo que hemos estado haciendo los últimos 30 años, con el resultado de que el trabajo precario y no estructurado ha aumentado en todo el mundo, y este planteamiento no funciona. Yo creo, por el contrario, que tenemos que partir de las aspiraciones que las personas tienen de su trabajo ya desde el principio, pues si no se acaba recurriendo al trabajo infantil, a la discriminación, a puestos de trabajo peligrosos y a prácticas inaceptables de todo tipo, y — en suma — a la explotación.

Pienso que a la gente no le podemos decir: «lo siento, satisfacer la aspiración a un trabajo decente es sólo para algunos; ustedes han nacido o viven en una situación en que no se pueden tener estas aspiraciones.» Yo no creo que la OIT lo pueda considerar una norma, yo creo que debemos poder transmitir la esperanza de que el trabajo decente es posible, aunque sepamos que va a llevar tiempo, partiendo de la situación actual de mucha gente. Conseguir un trabajo decente costará tiempo y esfuerzo, pero necesitamos establecer e iniciar este movimiento y mantenerlo. Tiene que ser responsabilidad de la sociedad en su totalidad, de las empresas, los trabajadores, las organizaciones, los gobiernos, los dirigentes políticos y sociales y los grupos de ciudadanos.

El concepto de trabajo decente es el que nos tiene que guiar, no sólo tiene que ver con cómo actúan los trabajadores y los empleadores dentro de una empresa o dentro de la sociedad, se trata de un objetivo global, y nuestro futuro próximo futuro para este objetivo de trabajo decente es hacerlo operativo a nivel nacional. Queremos trabajar con los mandantes tripartitos de los países interesados, para analizar de qué forma esta visión puede ser puesta en práctica en las distintas situaciones nacionales.

Quisiera ahora tratar algunos temas importantes para esta Conferencia. Sabemos ya que la comunidad internacional está de acuerdo en los derechos básicos del mundo del trabajo, en los siete convenios fundamentales de la OIT; en que la libertad de asociación es un derecho esencial, en que los hombres y las mujeres han de organizarse y actuar colectivamente, y de promover y defender sus derechos. Esto es una condición previa de todos los demás derechos y es tan cierto para los empleadores como para los trabajadores. La libertad de asociación es importante en todos los aspectos de la vida humana, es una expresión de la libertad del espíritu.

Mañana tendremos ocasión de volver sobre este tema cuando veamos el primer Informe Global sobre el seguimiento de la Declaración de la OIT. Lo hemos llamado Su voz en el trabajo, pero aún no está muy claro lo que se trata de hacer. Las opiniones de ustedes nos ayudarán para que el Consejo de Administración pueda decidir las prioridades para la cooperación técnica y los planes de acción. Pero para ejercer sus derechos las personas tienen que saber lo que es. ¿No podríamos hacer llegar el mensaje de la Declaración a todos los puestos de trabajo del mundo?. Lo más práctico sería, efectivamente, darlo a conocer.

El año pasado, la adopción del Convenio sobre las peores formas de trabajo infantil fue uno de los grandes logros de la Conferencia. En ese momento habíamos decidido convertirlo en una causa mundial, y desde entonces la Oficina ha trabajado intensamente para hacer esta campaña. El resultado es un excelente número de ratificaciones en el primer año del Convenio (el más alto de toda la historia de la OIT); ahora esperamos que más de 30 países habrán ratificado el Convenio antes del final de esta Conferencia, y hay más que están a punto de hacerlo. El miércoles tendremos una ceremonia para apreciar estos esfuerzos de los países que ya han ratificado este Convenio, pero además, lo que quiero decir hoy es que es indispensable y posible luchar contra las peores formas de trabajo infantil; es una obligación moral, necesitamos recursos, personas y energía, pero podemos hacerlo. Hace diez días estaba en un seminario en Washington, y oí hablar a personas que están trabajando en todo el mundo en proyectos grandes y pequeños para lograr que esta acción se convierta en realidad. Por ejemplo, hay países que están trabajando arduamente, como Nepal, El Salvador y la República Unida de Tanzanía, donde realmente se están haciendo unos esfuerzos increíbles para eliminar las peores formas de trabajo. Dentro de pocas horas dará comienzo la sesión especial de las Asamblea General de las Naciones Unidas, bajo el título: La mujer en el año 2000: Igualdad entre los géneros, desarrollo y paz para el siglo XXI.

Nosotros tendremos una gran delegación de la OIT en esta reunión, que recordará la importancia de la igualdad entre los sexos para que hayan derechos y representación.

El problema es la igualdad, dar la oportunidad a hombres y mujeres de tener papeles importantes como productores, como prestadores de servicios y como ciudadanos. Todavía hay que trabajar, pero me parece que se está aclarando el panorama sobre este tema, incluso dentro de la OIT.

Me parece indispensable, efectivamente, que nuestra Organización dé el ejemplo; yo deseo la ayuda de todos ustedes para desarrollar estrategias nuevas, que permitan un equilibrio de género en todos los niveles de la Organización. Tenemos que analizar lo que podamos hacer para que tanto en la Secretaría, como en las delegaciones nacionales también esté representada esa igualdad.

Sabemos que hay un tema del orden del día que es un ejemplo perfecto de la igualdad de los sexos en el centro del trabajo decente, la protección de la maternidad. La persona — la mujer en este caso — que quiera dar a luz a un hijo y darle el pecho después del parto, tiene que poder hacerlo sin tener miedo de perder su trabajo, sus ingresos o su carrera. No sólo es una petición razonable, sino que es parte de todo el debate sobre la vida, el trabajo, la vida familiar y la estabilidad de la familia, y no podemos dar una respuesta desde el punto de vista del mercado del comercio, porque se trata de una decisión de la sociedad.

Se trata de los valores que queremos expresar como OIT, es a propósito del valor que le damos a las mujeres trabajadoras de tener familia, también tiene que ver con la acogida que podremos dar a este niño o niña; se trata de la estabilidad y de los valores de las familias y, además de las dificultades de los hogares monoparentales y una vez que hayamos decidido, tenemos que ver cómo repartir las responsabilidades y los costos, que también han de ser equilibrados porque no puede ser un solo actor el responsable de ello.

Como todos ustedes saben, el planteamiento de la revisión del Convenio ha suscitado unas preocupaciones bastante fundadas de que el resultado final sea una norma más baja de la que se estableció hace medio siglo. Normas que muchos países no solamente han aplicado, sino que han ido más allá, en lugar de modernizarlas.

En 50 años hace falta una modernización. Sin embargo, no hay que confundir los valores que queremos implantar mediante los instrumentos que la OIT ha formulado y la manera en que se ha de repartir el costo entre la sociedad una vez que se instauren los sistemas que creemos correctos y justos.

Al final de estas negociaciones de aquí de la Conferencia espero que todos podamos decir que no ha ocurrido esto, y que no hemos reducido el nivel de la norma.

Espero sinceramente que los instrumentos que se adopten tengan la solidez necesaria para ofrecer una protección efectiva de la maternidad en las condiciones reales de las sociedades actuales que sea un elemento clave del trabajo decente.

El desarrollo de nuestras capacidades para ayudar a los países a formular una política nacional para el trabajo decente es esencial para el futuro, pero también depende en gran medida de lo que ocurre en la nueva economía mundializada.

Ya es hora de reexaminar las reglas y las políticas subyacentes de la mundialización. El criterio para determinar el éxito no es solamente el crecimiento o los beneficios financieros, sino también si la economía mundializada responde a las necesidades de la gente.

Yo creo que no. Es obvio que su respuesta es insuficiente. Me parece que la mayoría de las ventajas de la mundialización no llegan hasta un número suficiente de personas. Sabemos que la economía mundializada no crea suficientes empleos y, sobre todo, no crea suficientes empleos o empleos sostenibles para realizar las aspiraciones de las personas de llevar una vida decente. En todas las sociedades se están generalizando los sentimientos de incertidumbre e inseguridad.

Si no nos ocupamos del creciente desencanto causado por la forma actual que tiene la mundialización, este desencanto seguirá aumentando, el desencanto visible y claro que se percibe en las calles y el desencanto silencioso de los hogares, que se percibe durante las comidas, en torno a una mesa, en nuestros hogares. Si los problemas causados por la injusticia y la desigualdad no son tratados por la comunidad internacional, las políticas de promoción de la mundialización, a pesar de todo el potencial que tienen de crecimiento económico, desarrollo y riqueza, serán rechazadas por un número cada vez mayor de personas y de países. Creo que hará falta imaginación y creatividad para conseguir que los mercados beneficien a todos. Se trata de una condición para poder tener legitimidad social.

A menudo oímos decir que la mundialización no se puede cambiar y que es un fenómeno irreversible. Esto es cierto, pero sólo en parte. Permítanme decirles por qué. Creo que la información, la comunicación, la revolución tecnológica que conocemos en la actualidad, es irreversible. Se trata de uno de esos saltos tecnológicos que son una constante de la historia. Estamos presenciando uno de estos saltos. No hay vuelta atrás: estamos en los albores de este proceso y necesitamos ser capaces de adaptarnos a él y de aceptarlo como un hecho.

En cambio, las políticas que han acompañado la mundialización, a saber, las políticas macroeconómicas, las políticas comerciales, las políticas financieras, las políticas sociales, las políticas de desarrollo, las políticas en materia de deuda, no tienen nada de irreversibles. Si estas políticas, al interactuar con la parte irreversible del fenómeno de la mundialización, no están aportando bienestar a los pueblos, no les hacen decir: «Estas políticas son realmente buenas para mí y para mi familia», entonces tenemos que definirlas mejor, modificarlas o sustituirlas, si es necesario.

Por esta razón no debemos confundirnos respecto del carácter inevitable de la mundialización. Podemos decir «sí» al aspecto tecnológico y «no» al aspecto de la política. Es aquí, en este punto, en donde es necesario que la OIT se mantenga activa.

La economía mundializada necesita un marco normativo a fin de satisfacer las necesidades de todos. En el Consejo de Administración, el Grupo de Trabajo sobre las Dimensiones Sociales de la Mundialización constituye un foro en el que se pueden seguir abordando estas cuestiones, en primer lugar, en una discusión basada en la estructura tripartita de la OIT, y, en segundo lugar, con otras organizaciones internacionales que deseen examinar esta cuestión con nosotros.

Como ya he mencionado hoy mismo, la forma de la mundialización va unida a la nueva economía del conocimiento. Creo que ofrece un enorme potencial y trataré de sintetizar una cuestión que está más desarrollada en mi texto.

Las redes de información global anuncian el final de las sociedades cerradas. Estamos ante un cambio muy importante que tiene repercusiones para el trabajo en red y repercusiones para la información; aumentará enormemente la capacidad de participación de todos.

La mejora de las comunicaciones está permitiendo establecer nuevas redes y nuevos servicios. Los telecentros y las telegranjas están creando empleos en el Senegal y en la República Dominicana. Las condiciones son favorables a la igualdad entre los sexos, y ejemplo de ello es el de las mujeres que utilizan teléfonos celulares para brindar nuevos servicios en las zonas rurales de Bangladesh.

Hay mejores oportunidades de educación y formación, particularmente para impartir enseñanza a distancia.

La educación debería preparar a los jóvenes para afrontar las nuevas realidades de la empresa y desarrollar su capacidad de creación en puestos de trabajo cada vez más sofisticados.

Las nuevas oportunidades económicas no sólo se están multiplicando en el Norte. En el Brasil y en la India hay un crecimiento exponencial de las empresas de programas informáticos con capacidad para competir en el plano mundial, y puedo dar muchos otros ejemplos de este tipo. Creo que hay potencial para todos.

Sin embargo, hay un riesgo real de encontrarnos con una gran división, una fosa en la que se podría perder este potencial y que podría dar lugar a nuevas formas de exclusión. Debemos ver dónde se están destruyendo empleos y dónde se están creando y establecer puntos de conexión entre ambos sectores, sobre todo ampliando el acceso a las calificaciones y las competencias. El próximo informe El empleo en el mundo se publicará a principios del próximo año y en él se abordarán detenidamente todas estas cuestiones.

La generalización de estas nuevas tecnologías se está acelerando y los particulares y las naciones tendrán oportunidad de lograr grandes avances. En resumen, de lo que se trata es de la potenciación de las personas, de darles un medio de expresión. El potencial que tenemos es enorme.

Sin embargo (y este «sin embargo» es muy importante) es necesario hacer inversiones en infraestructura si queremos generalizar el uso de las mismas y ampliar el acceso a las oportunidades si deseamos aprovechar al máximo la economía del conocimiento. Walter Reuther, el dirigente sindical estadounidense, lo dijo en un contexto diferente. Dijo que no se puede construir una economía basada en el automóvil con salarios de una economía basada en la bicicleta. A mi modo de ver no se puede construir una economía del conocimiento ignorando los derechos de los trabajadores y la protección social. Ambas cosas tienen que ir de la mano. El 90 por ciento de los trabajadores mayores no cuentan con una protección formal en la actualidad.

Desgraciadamente, tenemos que abordar el potencial de la revolución de la información cuando todavía no hemos superado los problemas de la revolución industrial. La pobreza no fue inventada por la mundialización, pero la mundialización — según cifras del Banco Mundial — no ha reducido la pobreza y la exclusión.

A mi juicio, combinar los enfoques existentes no nos llevará muy lejos. Es necesario que encontremos soluciones radicalmente nuevas a los problemas globales de la pobreza extrema y de los trabajadores pobres. Hará falta toda la creatividad de los trabajadores, los empleadores y los gobiernos para desarrollar un nuevo concepto.

Se trata de un reto extraordinario para nosotros, los que constituimos la OIT. En la búsqueda de soluciones creativas debemos dejar de ver a los mercados como fuerzas de la naturaleza, para ver en ellos más bien mecanismos sociales imperfectos que pueden ajustarse para servir mejor las necesidades humanas.

Creo que todos nosotros debemos cuestionar nuestras políticas y encontrar nuevas alternativas. Los viejos hábitos son cómodos, todos lo sabemos, pero si seguimos actuando como lo hemos hecho siempre los mercados abiertos y las sociedades abiertas estarán en peligro.

¿No podemos trabajar en asociación para aumentar las opciones, la libertad de elegir, el poder adquisitivo de 3.000 millones de pobres que viven con menos de dos dólares de los Estados Unidos al día en todo el mundo? ¿No podemos aumentar y mejorar las oportunidades de empleo independiente y de empleo asalariado de todas estas mujeres y hombres?

Esta es una manera fundamental de vincular el programa de los derechos y de la protección con el programa del desarrollo. Casi todos tienen algún tipo de interés en este reto y todos se beneficiarían de él, a saber, los empleadores, los trabajadores y sus organizaciones respectivas. Si tenemos éxito, los efectos positivos sobre la economía y la sociedad serán muy visibles y los efectos sobre el crecimiento mundial, enormes.

Y yo me pregunto, ¿es un sueño, la idea de incorporar a 3.000 millones de personas que viven con menos de dos dólares al día en el centro de sus propias sociedades y de la economía mundializada? Yo creo que no es un sueño. Es posible hacerlo realidad si nos lo proponemos, pero no ocurrirá si no hacemos nada. Y yo me pregunto, ¿de dónde vamos a sacar las energías, la capacidad de reflexión, la experiencia para empezar a pensar en términos muy prácticos creyendo que los sistemas de valores de los compromisos, que estimo muy valiosos, son muy claros? Si ustedes no consiguen que haya cambios en la práctica, entonces sólo están pronunciando discursos. Así, cuando se piensa en estos términos: «¿Cómo debo actuar en la práctica?», entonces pienso en todos ustedes. Ustedes saben que ya llevo algún tiempo en el sistema internacional, pero también en la vida política de mi país, en las organizaciones de la sociedad civil y también en el sector empresarial, y que he llevado una vida bastante intensa antes de llegar a este puesto. Después de todo esto les puedo decir algo: no hay ni una sola institución en el mundo con el potencial de la OIT para resolver este problema.

Ahora bien, podemos optar por aprovechar este potencial o por ignorarlo. Podemos decir, por ejemplo: «Bueno, esto no es nuestra responsabilidad, no es verdaderamente nuestro mandato». Son tantos los pretextos que podemos invocar cada vez que no queremos hacer algo.

Lo que quiero decirles es que si pretendemos encontrar una solución a este problema, tenemos que buscarla en la experiencia de la empresa, la experiencia del trabajo, la experiencia de las asociaciones de empleadores, la experiencia de los gobiernos, trabajando codo a codo y pensando juntos, una experiencia que nos conecta a la realidad, porque las personas congregadas hoy en esta sala representan precisamente al mundo real.

Cuando hablamos del mundo del trabajo, del mundo de la economía, nos referimos a los lugares donde concurren las capacidades de los empleadores y de los trabajadores y donde los gobiernos definen alguna forma de normas generales básicas que regirán su trabajo.

En síntesis, quiero poner de relieve que el desafío es enorme, pero que nuestro potencial para la acción es una realidad, y que todo depende de que tengamos o no la voluntad para salir adelante.

Para terminar, considero que deberíamos ponernos a la vanguardia de la gestación de una coalición mundial en favor del trabajo decente. Tal es mi convicción. Para asumir tal responsabilidad necesitamos dar prueba de un nuevo espíritu de iniciativa. Estoy profundamente convencido de que la capacidad de iniciativa es un fenómeno de creación, y que todos nosotros llevamos dicho espíritu en nuestro fuero interno.

La capacidad de combinar recursos supone tener ideas que puedan generar efectos, que puedan hacer surgir nuevos productos. Todos disponemos de un potencial propio, que deberíamos liberar. En otras palabras, tenemos que decidirnos a usarlo y a transformarlo en acciones prácticas.

Es claro, pues, que necesitamos un nuevo espíritu de iniciativa, de creación de nuevas empresas, de nuevas iniciativas, de nuevos acuerdos internacionales y de nuevas redes de cooperación que respondan a las necesidades aún no satisfechas de la humanidad.

Debemos comenzar reafirmando nuestro compromiso con un tripartismo integrador, en el que cada grupo aporte a la realización de esta empresa su propia e indispensable contribución. Debemos velar por que el propio trabajo de la OIT forme parte de un esfuerzo renovado del sistema multilateral, encaminado a encontrar soluciones a los problemas sociales de la mundialización siguiendo pautas que hasta ahora ha sido incapaz de definir. Esta es la falla fundamental de la economía mundial en su forma presente: por un lado tiene una magnífica estructura económica, pero, por el otro, su estructura social es deficiente. En consecuencia, se encuentra desequilibrada y despierta reacciones adversas de la población.

Las empresas son el ámbito en el que confluyen la economía y la sociedad. Sin ellas, no podemos ir a ninguna parte, pues es allí donde se crean los empleos que permiten superar las condiciones de pobreza. La OIT tiene que unir fuerzas con el Grupo de los Empleadores a fin de crear el entorno propicio en que estas empresas puedan prosperar y convertirse en lo que yo llamaría «semilleros» del trabajo decente.

Vemos hoy que en todo el mundo las empresas con espíritu creativo colaboran con las organizaciones sindicales, dedican recursos a su personal y funcionan como miembros integrantes de la comunidad. Estas empresas son eficientes, dinámicas, orientadas hacia el futuro y competitivas en el mercado mundial, lo que no les impide mantener al mismo tiempo un comportamiento social positivo y mantener buenas relaciones con los trabajadores.

Aunque las grandes empresas ejercen una función dominante en la economía mundial, el empleo se genera fundamentalmente en las microempresas y en las empresas medianas y pequeñas. Tenemos que ayudar a todas las pequeñas empresas a avanzar por una vía de prosperidad.

Necesitamos a los sindicatos, unos sindicatos que sean fieles a su misión histórica, hecha de principios éticos y de reivindicaciones prácticas, que les permita comprender que su cometido no consiste únicamente en defender algunos islotes de trabajo decente contra el creciente oleaje de la igualdad y la injusticia en el trabajo. El desafío que hoy se plantea a los sindicatos, y que me gustaría fuese reconocido como un desafío para toda la OIT, consiste en colmar los déficit de representatividad que ha puesto de relieve el Informe Global. La respuesta la encontraremos siempre en la organización y, en lo que atañe a la OIT, en los esfuerzos que debemos desplegar para eliminar los obstáculos con que tropieza la organización de los trabajadores en determinadas situaciones complejas. ¿Cómo organizar a los trabajadores en los sectores del conocimiento? ¿Cómo organizar el trabajo en la economía informal? Estas son grandes dificultades, grandes problemas que los sindicatos deberán afrontar en su desarrollo futuro. Nosotros deberíamos ser capaces de proponer ideas útiles a este respecto. Todos sabemos que la organización es mejor para todos, pero la cuestión reside en cómo lograrla.

A la necesidad de contar con organizaciones de las pequeñas empresas en el sector informal, hoy prácticamente inexistentes, se suma la enorme dificultad que tenemos para vincularnos con el mundo real, donde tiene lugar en verdad la producción.

Nuestros interlocutores sociales deben ser capaces de colaborar con los gobiernos que hacen suya la causa del trabajo decente, que están preparados para integrar el trabajo decente en sus políticas y programas nacionales. Al dar prioridad a la tarea de convertir el trabajo decente en una opción práctica a nivel nacional, estaremos llevando a la OIT a hacer causa común con estos países en un esfuerzo concertado por llevar el trabajo decente desde las salas de reuniones de Ginebra hacia los campos, fábricas y oficinas de cada país.

Es éste el desafío que les propongo a todos ustedes: trabajar mano a mano con esos países. Es lo que querría que hiciéramos. Tenemos que idear juntos la manera de lograrlo y concebir mecanismos tripartitos. Me pregunto por qué no tratamos de hacerlo, qué nos impide comprender que estas nociones y el esfuerzo que pongamos en la integración de estos cuatro objetivos estratégicos pueden, en efecto, convertirse en realidad si los proyectamos en un contexto nacional.

Todo esto debe formar parte de un nuevo marco de acción multilateral, si queremos lograr resultados positivos. El déficit en materia de políticas sociales, que se ha incrementado al acelerarse el proceso de mundialización, ha restado credibilidad a las instituciones internacionales y a la formulación de políticas de ámbito internacional. Tenemos que asumir dicho déficit de las políticas sociales en el sistema multilateral.

Por consiguiente, es necesario adoptar políticas impregnadas de una mayor sensibilidad social, pero también es imprescindible que el sistema multilateral se dote de una metodología más integrada a fin de que sus organizaciones dejen de comportarse como actores independientes. Uso la palabra «actores» porque, cuando a veces observamos el funcionamiento de las instituciones (y que conste que todos somos miembros de un solo equipo) cada una desempeña su propio papel, defendiendo en primer lugar sus propios intereses. Es entonces que yo me digo: «Pero... ¿qué pasa?, si todos estos problemas están relacionados y son interdependientes ¿cómo podemos pretender que vamos a resolver muchos de estos problemas, que sólo consideramos con criterio financiero, con criterio comercial, con criterio social o desde el punto de vista del desarrollo? En realidad, están interrelacionados, interconectados». En este sentido, creo que el sistema multilateral está trabajando por debajo de su capacidad.

Hemos estado tratando de conseguir mucho más, en una perspectiva común de cómo solucionar los problemas. Hemos estado tendiendo puentes con nuestras organizaciones hermanas del sistema. Por ejemplo, hemos aceptado colaborar con el Banco Mundial a nivel nacional para poner el programa sobre el trabajo decente de la OIT en armonía con el marco general de desarrollo del Banco Mundial.

Además, una semana después de la clausura de esta reunión de la Conferencia Internacional del Trabajo, dará comienzo la sesión especial de la Asamblea General de las Naciones Unidas que se dedica al seguimiento de la Cumbre Mundial sobre Desarrollo Social, que tendrá lugar aquí en Ginebra. Ello representa una oportunidad muy importante para establecer una acción integrada como lema del sistema internacional, puesto que trata de las dimensiones sociales de la mundialización.

Otra ocasión vendrá con la Asamblea del Milenio, que las Naciones Unidas celebrarán en septiembre. Podrían ustedes esperar que nosotros estuviéramos en el centro de esta acción, y de hecho lo estamos. Estamos siguiéndola de cerca y desplegamos una gran actividad. Tengo que decir que en los documentos de la Cumbre Mundial sobre Desarrollo Social estamos recibiendo un enorme apoyo para todo cuanto la OIT está haciendo, para nuestros proyectos y programas, y pienso que ello constituirá una dimensión importante en todo ese ámbito.

Ya pronto termino. Como defensora del trabajo decente, la OIT tiene vocación de constituirse en una orientadora del pensamiento al servicio de la comunidad internacional en ese terreno. Hemos de estar preparados para seguir esforzándonos por hallar soluciones auténticas para nuestros valores, que tanta importancia tienen para el mundo moderno y para el interés común de nuestros mandantes.

Permítanme que diga una cosa que me parece importante. Estamos hablando mucho de los cambios que están en marcha y de la necesidad de tratar con ellos, y he dicho hace poco que hemos de verlos de manera integrada: pienso que hemos llegado a los límites mismos del análisis sectorial de los fenómenos integrados y, por consiguiente, de las soluciones sectoriales a un problema integrado.

Pero, lo que todo ello significa es que la base de conocimientos con la que hemos estado trabajando hasta ahora, no contiene necesariamente los elementos de solución que requieren los nuevos problemas con los que estamos tratando, y que es muy difícil manejarlos porque cuando se dice: «Mira, quizá la política en la que somos expertos no sea la política adecuada para resolver el problema», en primer lugar todos ustedes tienen una reacción individual que viene a decir: «Oh, Dios mío, voy a tener que defender esta política, porque eso es lo que yo sé hacer». Todo ello tiene como resultado un problema muy complejo para el cual necesitamos unos nuevos conocimientos que no son necesariamente los conocimientos actuales para la puesta a punto de las políticas que hemos estado siguiendo en el pasado.

Tenemos la obligación de decirnos a nosotros mismos: «Bueno, pues vamos a cotejar los valores que hay aquí, no vamos a cambiarlos pero vamos a utilizar unos nuevos instrumentos y vamos a llegar hasta ellos por un nuevo camino». Puede que ello requiera desarrollar nuevos conocimientos para utilizarlos en la labor de la OIT.

Lo que quiero decir es que hago un llamamiento a todos ustedes, los que se sientan en esta sala, y a todos aquellos a quienes ustedes representan para que aúnen sus esfuerzos para la consecución del trabajo decente. Hemos tenido el privilegio de escuchar el vibrante llamamiento del Presidente Sampaio a la comunidad internacional para que colabore con nosotros en la dignificación del trabajo. Me hago eco de ella y les ruego a todos ustedes que se conviertan en actores fundamentales de una coalición mundial a favor del trabajo decente.

Como he dicho a todo lo largo de esta alocución, las oportunidades que tenemos, las oportunidades que ustedes tienen, el desafío que todos tenemos en frente, la capacidad de responder a ese mismo desafío y de seguir adelante, constituyen una responsabilidad difícil y compleja, pero esta institución está mejor situada que ninguna otra en todo el mundo para responder a ello, si queremos que así sea.

Lo que yo quiero proponerles es, precisamente, que todos ustedes quieran que así sea, y si ustedes quieren que así sea tendrán el apoyo decidido de la Oficina.

Puesto al día por HK. Aprobada por RH. Ultima actualización: 5 de junio de 2000.