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Conferencia Internacional del Trabajo
85.a reunión


Declaración del señor Michel Hansenne
Director General de la Oficina Internacional del Trabajo
3 de junio de 1997


A raíz de los incidentes que marcaron el año pasado la discusión y adopción del Convenio sobre el trabajo a domicilio señalé que, en mi opinión, había llegado el momento de proceder a un nuevo análisis de la función normativa de la OIT y que dedicaría a este tema mi Memoria a la Conferencia de 1997. Porque la función normativa de la OIT ha sido siempre y continúa siendo, en mi opinión, la columna vertebral de nuestra Organización. Ella sostiene y dirige el conjunto de nuestras actividades. Ella será la que decidirá el lugar de nuestra Organización en el siglo que se aproxima, pues es a través de ella que la OIT podrá aportar su contribución más significativa a un sistema económico mundial fundado en la liberalización del comercio internacional y en un multilateralismo auténtico. Sin el refuerzo de la función normativa, las promesas de progreso de la economía mundial podrían peligrar o permanecer como letra muerta para muchos trabajadores.

El refuerzo de la función normativa de la OIT no compete al Director General, ni a determinadas personas. Es la Conferencia Internacional del Trabajo la que puede garantizarlo pues, qué otro órgano del sistema de Naciones Unidas puede pretender ser tan representativo como esta Asamblea, que reúne las características de universalidad y tripartismo?

Quisiera, por lo tanto, decirles en breves palabras, de qué manera pueden ustedes dar la mejor contribución para el progreso de estas reflexiones, dentro de las exigencias severas de este debate.

La Memoria contiene en su segunda parte un conjunto de proposiciones concretas destinadas a mejorar la producción normativa de la OIT y asegurar que sus instrumentos respondan a las necesidades de nuestros mandantes y ejerzan una influencia susceptible de ser comprobada, sobre la realización de nuestros objetivos de progreso social. Estas proposiciones responden a diagnósticos, a veces antiguos, de nuestros predecesores, así como a solicitudes y críticas expresadas en numerosas ocasiones por varios de nuestros mandantes. Para superar esa situación, nos hemos esforzado en considerar el proceso de producción normativa en su globalidad, a fin de tener en cuenta los vínculos de interdependencia existentes entre los efectos y las causas, y aportar de esa manera respuestas coherentes y viables. Espero que esta iniciativa recibirá el apoyo de la Conferencia, a fin de que el Consejo de Administración pueda luego examinar con más profundidad cada una de las pistas propuestas.

De la misma manera, me ha parecido oportuno hacer un balance de los tres años de debates producidos en el Consejo de Administración y en sus diversas instancias, respecto de la dimensión social de la liberalización del comercio internacional, y de sacar algunas conclusiones.

Hemos recibido dos mensajes importantes. Primero, el de la Cumbre Mundial sobre Desarrollo Social de Copenhague, en 1995. Luego, más recientemente, el de los Ministros de Comercio, reunidos en la primera conferencia ministerial de la OMC, en Singapur. Su declaración final renueva el compromiso de los Estados Miembros, de observar las normas fundamentales del trabajo internacionalmente reconocidas; destaca que el crecimiento económico favorecido por el desarrollo del comercio contribuye a promoverlas y rechaza la utilización proteccionista que pudiera hacerse de las mismas; y recuerda en forma clara el papel de primer orden de la OIT en la definición y puesta en práctica de tales normas. Desde luego, no me corresponde interpretar qué significado tiene esta declaración para la OMC, como no sea para reafirmar a su Director General que la OIT está completamente abierta a la idea de llevar adelante la cooperación que se nos ha solicitado.

Por lo que nos concierne, tenemos que considerar estas invitaciones claras y reiteradas con toda la seriedad que merecen y asumir todas las consecuencias. No se trata, por lo demás, de modificar el mandato de nuestra Organización -- ni tampoco su filosofía general --, sino de permitirle que lo ejerza plenamente, para alcanzar sus objetivos y responder a las expectativas que están cifradas en ella.

La primera parte de la Memoria, pues, hace un balance de varias proposiciones que ya han sido objeto de profundos debates en el Consejo y permite esbozar la base de una solución que podría ser aceptable para todas las partes interesadas. Se trata, por supuesto, del proyecto de declaración solemne destinada a reafirmar el respeto universal de los derechos fundamentales de los trabajadores por todos los miembros de la OIT, ya sea que los convenios correspondientes hayan sido ratificados o no. Debe quedar muy claro que esta Declaración no tiende a someter a los Estados Miembros a obligaciones que no hayan suscrito, sino simplemente a renovar sus compromisos hacia ciertos principios esenciales inherentes a los valores de la OIT, que ellos han aceptado al convertirse voluntariamente en Miembros de nuestra Organización. Espero pues, de todo corazón que, después de debatir profundamente sobre esta cuestión esencial, esta Asamblea pueda apoyar la acción emprendida, de forma tal que ella pueda ser llamada a plasmar solemnemente su resultado desde 1998, año del quincuagésimo aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

Para concluir, quisiera decir algunas palabras sobre otra idea que ha suscitado numerosos comentarios y dado lugar a interpretaciones divergentes, algunas de las cuales son diametralmente opuestas a mis intenciones. Quisiera hablarles, obviamente, de la «etiqueta social global».

Las iniciativas unilaterales a las cuales hace referencia mi Memoria existen y se multiplican, independientemente de que nos interesen o que tratemos de ignorarlas. Dichas iniciativas, generosas en sus principios, pueden carecer de transparencia en sus modalidades y ser riesgosas en sus resultados. La proposición que yo he adelantado tiende, por lo tanto, a reforzar el marco multilateral y voluntario que constituye la OIT, en el cual el conjunto de los países y en particular los países en desarrollo no son sujetos pasivos, sino participantes activos, cuya voz e intereses son debidamente tenidos en consideración.

A esos países les corresponde decir si desean optar por un sistema como ése y, si así fuere, si desean contribuir a definir sus modalidades, las cuales quedan enteramente por discutir y elaborar. Debo destacar, a este respecto, que un sistema de ese género no tiene nada que ver con una cláusula social, puesto que tiende únicamente a proporcionar una información sin introducir ninguna restricción; contrariamente a la cláusula social, la cual condiciona la libre circulación de mercancías y servicios y, por lo tanto, su acceso a los mercados nacionales, al respeto de ciertas normas sociales.

Debe quedar perfectamente claro que, en todo caso, se trata de una reflexión a muy largo plazo y que nosotros no proponemos soluciones preelaboradas, sino un modo de proceder. Si me parecía esencial que la OIT no estuviera ausente de un debate tan crucial para el futuro del multilateralismo, me parece igualmente importante que esta reflexión no polarice la atención de ustedes, hasta llegar a ocultar las demás proposiciones concretas, las cuales requieren de una acción más inmediata.

He aquí algunas observaciones que quería compartir con ustedes. Les deseo un debate fructuoso y una buena Conferencia.


Puesto al día por VC. Aprobada por RH. Ultima actualización: 26 de febrero de 2000.