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Desarrollo rural

La economía rural: Una fuente sin explotar de empleos, crecimiento y desarrollo

El trabajo decente en la economía rural es una cuestión clave para cumplir con los Objetivos de Desarrollo Sostenible y no dejar a nadie atrás.

Opinión | 13 de marzo de 2017
Por Alette van Leur, Directora del Departamento de Políticas Sectoriales de la OIT, y Mariangels Fortuny, Coordinadora de Economía Rural, Departamento de Políticas Sectoriales de la OIT

En las zonas rurales de Nepal afectadas por el terremoto, la OIT fomenta las inversiones y la mejora de las infraestructuras para crear empleos decentes a fin que los jóvenes no se vean obligados a migrar hacia las ciudades y el exterior.

Sharmila Rai Gurung
Sharmila Rai Gurung, 27 años, se fue de Nepal hace 10 años para trabajar en Arabia Saudita. De allí se trasladó a Omán y luego a Kirguistán, antes de ir a un Iraq devastado por la guerra, y finalmente regresar a Nepal. La OIT y la Organización POURAKHI, su socia en Nepal, le impartieron formación en técnicas agrícolas en su condición de trabajadora migrante de regreso. Sharmila aplicó las nuevas competencias adquiridas para ganarse la vida criando aves de corral y cultivando vegetales. Ella y su esposo, que regresará pronto de Dubái, pretenden pasar el resto de sus vidas en Nepal. Ya compraron una parcela de tierra cultivable.

El trabajo decente es cada vez más reconocido como un motor indispensable del desarrollo sostenible, con el potencial para sacar de la pobreza a los hogares y a las comunidades. La pobreza es predominantemente un fenómeno rural. De hecho, en las zonas rurales vive la mayoría de los pobres del mundo.

La OIT estima que en los países emergentes y en desarrollo, más de 80 por ciento de los pobres viven en las zonas rurales.1 En 2012, las tasas de pobreza extrema (definida como el número de personas que viven con menos de 1,90 dólares al día en términos de paridad del poder adquisitivo), eran cuatro veces más altas en las zonas rurales que en las zonas urbanas. Una gran parte de las poblaciones rurales pobres siguen dependiendo de la agricultura de subsistencia poco productiva para ganarse la vida. Los hogares rurales más pobres no tienen acceso a los bienes productivos y, con frecuencia, dependen del ingreso del empleo asalariado.2 De los 300-500 millones de trabajadores asalariados en la agricultura, muchos dependen de empleos en el sector de las plantaciones. Un 59 por ciento, o más de 98 millones de niños que trabajan (de 5 a 17 años) se encuentran en las zonas rurales, la mayor parte en la agricultura.3 El trabajo forzoso es también más frecuente en la agricultura.4


Para alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de aquí a 2030, y poner fin a la pobreza extrema en todo el mundo, será necesario darle una mayor atención a las políticas para el desarrollo rural. Dar prioridad al trabajo decente en la economía rural en las agendas políticas nacionales e internacionales, es indispensable para encontrar soluciones sostenibles y a largo plazo a los enormes desafíos que enfrentan cientos de millones de personas en todo el mundo.

Numerosos factores contribuyen a la pobreza de las poblaciones rurales: la informalidad; instituciones débiles, incluyendo la ineficacia para aplicar y hacer cumplir las leyes; la ausencia de un clima favorable a las empresas; sistemas de producción poco desarrollados; infraestructuras deficientes y un acceso limitado a los servicios, como a la educación, las finanzas y la asistencia sanitaria.

Las dificultades que enfrentan las economías rurales son múltiples y están interrelacionadas y, para superarlas, son necesarias intervenciones integradas, intersectoriales, multilaterales y adaptadas al contexto. La estrecha cooperación y coordinación entre las dependencias gubernamentales es esencial para garantizar que las intervenciones obtengan los resultados esperados.

Las economías rurales siguen estando asociadas en gran medida con la producción agrícola primaria. Por lo tanto, el desarrollo rural con frecuencia no es considerado parte del mandato de los ministerios del trabajo. Sin embargo, la transformación productiva, de la agricultura y de la economía rural no agrícola, no puede ser plenamente eficaz sin su participación activa. Mejorar la calidad de los empleos agrícolas – que por lo general están entre los menos protegidos, peor remunerados, más peligrosos y de menor rango – es fundamental para atraer a los jóvenes.

También son necesarias soluciones eficaces para responder a los desafíos emergentes, como los cambios en las relaciones de trabajo relacionados a la subcontratación, incluso en las plantaciones. Los empleos decentes facilitan el crecimiento agrícola, lo cual a su vez puede incrementar los ingresos rurales, favorecer un mayor consumo y tener efectos multiplicadores considerables en toda la economía. Considerando el incremento en la demanda global de alimentos, el sector agrícola ofrece oportunidades de empleo sin explotar. Sin embargo, para atraer una nueva generación de agricultores como los Gurung, el sector debe modernizarse más, aumentar su rentabilidad y dinamismo y elevar su rango como fuente de empleos decentes. Invertir en la educación y la formación de los jóvenes rurales es esencial para estimular la transformación productiva y promover la diversificación económica en las zonas rurales.

Las economías rurales son más que sólo agricultura. Las regiones rurales se caracterizan por una gran diversidad de actividades económicas, como el procesamiento y la comercialización de los productos agrícolas, el turismo, la minería y los servicios. Los ministerios del trabajo deberían tomar la iniciativa a fin de garantizar que los aspectos laborales y sociales sean incluidos efectivamente en las políticas rurales. Además pueden garantizar la participación de los interlocutores sociales en el desarrollo rural, que es un requisito previo al éxito de estas políticas.

Numerosos actores nacionales e internacionales participan en el desarrollo rural, y muchos están interesados en mejorar la situación de los pequeños agricultores. En esta enorme y concurrida área de trabajo, las intervenciones de la OIT deberían basarse en ventajas comparativas: su enfoque normativo del desarrollo, un poder de convocatoria que le permite reunir a los principales actores, y su mandato y su experiencia en el mundo del trabajo. Su Programa de Trabajo Decente contiene muchos instrumentos, enfoques y herramientas para apoyar a los gobiernos, los empleadores y los trabajadores en sus esfuerzos dirigidos a promover los medios de vida rurales. Estos esfuerzos deberían concentrarse principalmente en cubrir la carencia de conocimientos sobre el empleo rural asalariado, que no se conoce bien y está mal medido, para poder ofrecer a los países un asesoramiento político adecuado en este ámbito.

La estrategia de la OIT para el desarrollo rural comprende los siguientes ámbitos estratégicos interdependientes:

La OIT ya ofrece apoyo a diversos países sobre todos estos temas: en Zimbabue para fortalecer la empleabilidad y el empoderamiento económico de las mujeres; en Kenia para mejorar el acceso a los servicios financieros en las zonas rurales; en Nepal e India para mejorar la infraestructura rural a través de programas con alto coeficiente de empleo; en las zonas rurales de Paraguay, Ecuador y Bolivia para el desarrollo de las cadenas de valor; y en Indonesia para la promoción del trabajo decente a favor de la seguridad alimentaria y el desarrollo rural sostenible.

Explotar el potencial de la economía rural a través del trabajo decente es esencial para el desarrollo sostenible. Es fundamental para mantener la promesa de los ODS de no dejar a nadie atrás.


1 OIT: Perspectivas sociales y del empleo en el mundo 2016: Transformar el empleo para erradicar la pobreza (Ginebra 2016), pág. 15.
2 Mueller, B., and Chan, M. (2015) ‘Wage labor, agriculture-based economies, and pathways out of poverty: taking stock of the evidence.’ Informe LEO núm. 15. (Washington, USAID, 2015).
3 OIT: Medir los progresos en la lucha contra el trabajo infantil: Estimaciones y tendencias mundiales, 2010-2012 (Ginebra 2013).
4 OIT: Ganancias y pobreza: Aspectos económicos del trabajo forzoso (Ginebra, 2014), pág. 15.