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Desarrollo rural

La necesidad de invertir en la transformación rural de África

Estimular la inversión en las zonas rurales de África creará millones de empleos e incrementará la seguridad alimentaria y la resistencia a las crisis.

Opinión | 12 de febrero de 2014
Por Gilbert Houngbo, Director General Adjunto para las Actividades en el Terreno y las Asociaciones
GINEBRA (ILO News) - El crecimiento económico sigue siendo robusto en los países africanos, pero el número de personas en pobreza extrema y su concentración en las zonas rurales ha incrementado de manera constante.


Dos terceras partes de la población de África viven y trabajan en las zonas rurales, que poseen vastos terrenos cultivables, y la agricultura representa 65 por ciento del empleo en África Subsahariana.

No obstante, las zonas rurales han sido desestimadas por los gobiernos, los prestamistas internacionales del desarrollo y los asesores políticos. Como consecuencia, la producción de alimentos per capita apenas ha crecido durante los últimos 50 años. La agricultura representa sólo el 17 por ciento del PIB subsahariano y su productividad es baja y está disminuyendo. No debe sorprender que más de 60 por ciento de la población rural viva en la pobreza extrema, y que muchos huyan a las ciudades, donde suelen pasar a engrosar las filas de los desempleados o de la fuerza de trabajo informal.

Estimular la agricultura y desarrollar en torno a ella una cultura rural sólida es vital para África. Si se hace correctamente, esto creará millones de los tan necesarios empleos así como riqueza, y favorecerá la integración, la seguridad alimentaria, la resistencia a las crisis, y la paz social y política.

Esta realidad no escapa a los líderes africanos. La Cumbre de la Unión Africana, que se llevó a cabo en Addis Abeba entre el 20 y el 28 de enero 2014, tenía como tema principal “La transformación de la agricultura africana: Aprovechar las oportunidades para un crecimiento inclusivo y un desarrollo sostenible”, y estableció 2014 como el Año de la Agricultura y la Seguridad Alimentaria.

Los jefes de Estado y de Gobierno presentes adoptaron una Posición común sobre la agenda de desarrollo post 2015. Además, decidieron celebrar una cumbre en septiembre para evaluar los progresos alcanzados desde que fue lanzado el Plan de Acción Ouagadougou hace diez años, y para adoptar una hoja de ruta para 2024. La agricultura y la transformación rural figuran en un lugar prioritario tanto en el Plan de Acción Ouagadougou como en la Posición común sobre la agenda de desarrollo post 2015.

La OIT se ha ocupado activamente del trabajo rural desde 1920, con una atención cada vez mayor hacia África. En 2008, la Conferencia Internacional del Trabajo adoptó una resolución sobre Empleo Rural y Reducción de la Pobreza, que abrió el camino a un Programa de la OIT sobre el empleo rural y el trabajo decente (2009-2013) y a la declaración en 2013 de la “Promoción del trabajo decente en la economía rural” como un Área de Importancia Crítica para la Organización.

La necesidad de reconocer el potencial rural


Una de las principales lecciones del trabajo rural de la OIT es reconocer que las comunidades rurales poseen un gran potencial, y que las inversiones pueden reforzar su autonomía gracias a los enfoques integrados.

Esto debería comenzar por las estructuras físicas y sociales como las carreteras, la energía, la educación y los servicios de salud. Las inversiones deberían además estar dirigidas hacia el desarrollo de las competencias necesarias y el apoyo a la creación de empresas, incluso a través de cooperativas y mecanismos financieros innovadores. También deberían garantizar un nivel adecuado de seguridad y salud en el trabajo, protección social y derechos fundamentales. Muchos jóvenes no están motivados a los empleos rurales porque son peligrosos, extenuantes, mal remunerados y carentes de protección, así como por la falta de infraestructuras en las zonas rurales.

La promoción de las zonas rurales también supone la integración de la agricultura con las actividades industriales y de servicios a fin de estimular las sinergias y la diversificación, y para aprovechar las nuevas oportunidades de las tecnologías de la información y las comunicaciones, el turismo, la biotecnología, la protección del medio ambiente y de la producción de energías renovables, por ejemplo.

Estos enfoques integrados incluyen además la promoción de los vínculos entre los actores públicos y privados, el desarrollo de estructuras rurales de trabajadores y de emprendedores, el fomento del diálogo entre ellos y con las autoridades, y el fortalecimiento de las capacidades y de la participación de los jóvenes y las mujeres, que son los verdaderos motores de la innovación y del crecimiento.

Lo más importante es la difusión de las numerosas prácticas exitosas. Un buen ejemplo son los Centros songhaï en Benin, donde empresas productivas realizan actividades de agricultura, transformación, artesanía, comercialización, producción de energía, riego, reparación, reciclaje y otros servicios, con una preferencia por los enfoques holísticos, la autosuficiencia, la investigación y la formación. La Red de telecentros de Ruanda es otro ejemplo de buenas prácticas, con telecentros rurales que ofrecen servicios de tecnología de la información y además son plataformas informáticas donde los individuos, las empresas y los entes públicos pueden hacer publicidad, vender, comprar e intercambiar productos y servicios, desde la formación en línea a los servicios bancarios, los seguros, los impuestos, la atención sanitaria, la electricidad y la información.

Lo “rural” debería desempeñar un papel central en las agendas de desarrollo a nivel nacional e internacional. El carácter de urgencia para hacer frente a la transformación agrícola y rural expresado en la Cumbre de la Unión Africana es un buen augurio.