Mensaje de Juan Somavia, Director General de la Organización Internacional del Trabajo, con ocasión del Día Internacional de la Mujer

El 8 de marzo de cada año se celebra el Día Internacional de la Mujer. Con ese motivo, deseamos reconocer la importante contribución de las mujeres rurales de todo el mundo al bienestar de sus familias y comunidades y al sostenimiento de la sociedad y la economía. Exhortamos a que se adopten medidas para asegurar que todas las mujeres rurales puedan vivir y trabajar con dignidad.

Declaración | Geneva, Switzerland | 6 de marzo de 2012

Hoy celebramos el Día Internacional de la Mujer y, con ese motivo, deseamos reconocer la importante contribución de las mujeres rurales de todo el mundo al bienestar de sus familias y comunidades y al sostenimiento de la sociedad y la economía. Exhortamos a que se adopten medidas para asegurar que todas las mujeres rurales puedan vivir y trabajar con dignidad.

Las mujeres constituyen alrededor del 43 por ciento de la mano de obra agrícola en los países en desarrollo y más del 70 por ciento de la fuerza de trabajo en algunas economías basadas fundamentalmente en la agricultura. Además de trabajar como agricultoras, jornaleras y empresarias, las mujeres rurales también asumen, de manera desproporcionada, la responsabilidad del cuidado de los niños y los ancianos. Por las múltiples funciones que realizan, han de desempeñar un papel fundamental en pro del desarrollo rural.

Las mujeres rurales perciben una remuneración inferior a la de los hombres y a menudo van a la zaga en el acceso a la educación, la formación, la tecnología y la movilidad. Asimismo, teniendo en cuenta el tiempo que dedican al trabajo remunerado y al no remunerado, sus jornadas laborales son más largas que las de los hombres. Gran parte del trabajo que realizan sigue sin estar reconocido, porque no tiene un carácter retribuido y se circunscribe al ámbito doméstico. En el contexto de la persistente crisis económica, se considera probable que, en la mayoría de los países, se produzca un incremento del trabajo no remunerado de las mujeres, lo que mermaría su capacidad para dedicarse a actividades productivas.

Las mujeres rurales de todo el mundo se enfrentan a diversos condicionamientos por motivo de género que limitan su acceso al trabajo decente, así como su productividad. Para mejorar su capacidad productiva necesitan tener más acceso a empleos decentes y un mayor control de los recursos productivos. Si se brindara a las mujeres rurales la oportunidad de desarrollar plenamente su potencial, ello redundaría en beneficio de todos.

Es hora de que se produzcan cambios y, a ese respecto, es oportuno recordar que el trabajo decente constituye un medio para superar la pobreza. Basándose en la igualdad de género como principio rector, la OIT promueve el trabajo decente para todos. A través de la promoción del respeto de los principios y derechos fundamentales en el trabajo y del diálogo social, el apoyo a la creación de empleo y el desarrollo empresarial, así como la mejora del acceso a la protección social, la OIT respalda la lucha de las mujeres rurales por vivir con dignidad, mediante el acceso a más y mejores empleos.

Esta agenda es un vector de empoderamiento y una vía para el desarrollo sostenible. Su plan de acción integrado permite a mujeres y hombres romper el círculo vicioso de la pobreza.

En el contexto de la economía rural, esta agenda requiere lo siguiente:

  • Garantizar el respeto a la no discriminación como derecho fundamental defendido por todas las políticas relativas al sector rural;
  • Combinarla con el principio de la libertad sindical y de asociación, porque el derecho de organización da fuerza y voz a las mujeres rurales;
  • Garantizar la equidad y la igualdad desde edades muy tempranas adoptando medidas destinadas a escolarizar las niñas y los niños hasta que cumplan la edad mínima de admisión al empleo, en el respeto de su derecho a crecer alejados del trabajo infantil;
  • Potenciar la capacidad de las mujeres para realizar un trabajo productivo, a través de la educación y la formación, facilitando su acceso a los recursos productivos y ampliando las oportunidades de empleo, entre otras cosas, mediante el apoyo a las empresas rurales, el desarrollo de las infraestructuras y la promoción de empleos verdes rurales;
  • El establecimiento de pisos de protección social ofrece un nivel básico de seguridad, y también permite empoderar a quienes se acogen a ellos y contribuyen a mantener las economías locales;
  • Organizarse en cooperativas, asociaciones y sindicatos también ofrece vías para la actividad productiva y la prestación de servicios, y
  • Favorecer la puesta en práctica de estrategias integradas de desarrollo local que tienen en cuenta las cuestiones de género y apoyan el trabajo decente.

La adopción de un enfoque del trabajo decente puede contribuir en gran medida a reducir las desigualdades de género en el sector de la agricultura y a que las mujeres rurales superen la pobreza por medio de su trabajo. Las repercusiones podrían ser muy importantes. Por ejemplo, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) estima que si se redujera la brecha de la pobreza, habría entre 100 y 150 millones de personas desnutridas menos en todo el mundo.

Existen muchas experiencias positivas que pueden aprovecharse y difundirse más ampliamente, contando con el respaldo internacional tanto por lo que respecta a la elaboración de políticas como a su puesta en práctica.

Aprovecho esta ocasión para rendir homenaje a las mujeres rurales y para pedirles a todos que reconozcan el valor de sus contribuciones. Es hora de alentar a las mujeres rurales a que desarrollen todo su potencial para que asuman el protagonismo que les corresponde en el logro de una economía mundial justa y equitativa.