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La industria del sexo adquiere proporciones enormes en el Sudeste Asiático

GINEBRA (Noticias de la OIT) - La prostitución en el Sudeste Asiático ha crecido tan rápidamente en las últimas décadas que el negocio de sexo ha asumido las dimensiones de un sector comercial, cuya contribución al empleo y a los ingresos nacionales de los países de la zona tiene gran importancia. Así se desprende de un nuevo informe hecho público por la Oficina Internacional del Trabajo en su sede de Ginebra.

Comunicado de prensa | 19 de agosto de 1998

GINEBRA (Noticias de la OIT) - La prostitución en el Sudeste Asiático ha crecido tan rápidamente en las últimas décadas que el negocio de sexo ha asumido las dimensiones de un sector comercial, cuya contribución al empleo y a los ingresos nacionales de los países de la zona tiene gran importancia. Así se desprende de un nuevo informe * hecho público por la Oficina Internacional del Trabajo en su sede de Ginebra.

El informe sugiere también que, a pesar de la crisis económica de Asia, las fuerzas económicas y sociales que impulsan la industria del sexo no dan señales de remitir, en contraste con el creciente desempleo en la zona.

Según Lin Lim, la funcionaria de la OIT que condujo el estudio, «si lo ocurrido desde la recesión de mediados de los años ochenta sirve de orientación, es sumamente probable que las mujeres que pierden sus empleos en las manufacturas y en los sectores de servicios, y cuyas familias viven del dinero que ellas les envían, se estén viendo inducidas a entrar en el sector del sexo.» En cuando a la perspectiva de que la caída generalizada en toda la zona de los ingresos personales provocara una caída de la demanda comercial de servicios sexuales, el informe de la OIT observa que «la pobreza jamás ha impedido a los hombres que frecuentaran a las prostitutas, cuyos honorarios están ligados al poder adquisitivo de sus clientes». Es más, tras décadas de interacción con otras economías, la industria del sexo en Asia está eficazmente internacionalizada: no es probable que la demanda exterior se vea alterada por las circunstancias domésticas e incluso puede cobrar mayor impulso en la medida en que los diferenciales de cambio hagan del turismo sexual un aliciente más barato aún para los consumidores de otras regiones.

Aunque se realizó con anterioridad a la actual crisis, el presente estudio de la OIT denuncia que la escalada de la prostitución en Asia, combinada con su creciente significación económica e internacional, tiene serias implicaciones en el ámbito de la moral pública, el bienestar social, la trasmisión del VIH/SIDA, la criminalidad, las violaciones de los derechos humanos fundamentales de las personas que trabajan en ese sector, y en el de la explotación comercial de la sexualidad, especialmente en el caso de los niños que son víctimas de la prostitución. A pesar de lo cual, ninguno de los países afectados cuenta con una legislación clara, ni con políticas públicas eficaces ni con programas para abordar el problema de la prostitución. «El sector del sexo no aparece reconocido como tal sector económico en las estadísticas oficiales, en los planes de desarrollo ni en los presupuestos de los gobiernos».

Los gobiernos tienen dificultades para intervenir en este sector, no sólo por tratarse de temas delicados y complejos, sino también por las diferentes circunstancias de quienes comercian con el sexo, que pueden ir desde el trabajo libremente elegido y remunerador hasta el forzoso exigido en razón de una deuda y una virtual esclavitud. Los países, con todo, han emprendido acciones para erradicar la prostitución infantil, una actividad que el informe de la OIT caracteriza como «grave violación de los derechos humanos y una forma intolerable de trabajo infantil». Se corre el riesgo de que la prostitución infantil aumente con la penuria de los ingresos familiares provocada por la pobreza y el paro, que contribuyen a engrosar las cada vez más numerosas legiones de niños callejeros que son ya un espectáculo común en las calles de las ciudades de todo el mundo.

El informe, titulado The Sex Sector: The economic and social bases of prostitution in Southeast Asia, se basa en estudios detallados de la prostitución y el comercio del sexo en cuatro países: Indonesia, Malasia, Filipinas y Tailandia. Los autores del informe de la OIT ponen cuidado en advertir que la elección del sector del sexo en esos cuatro países no significa en absoluto que destaquen por tener un problema particularmente grave con la prostitución o que sus valores sociales, morales o económicos sean especialmente aberrantes. Por el contrario, estos estudios nacionales en los que se basa el informe «son ilustrativos de la situación en muchos países», puesto que la prostitución y sus problemas concomitantes son un fenómeno universal.

Importante generador de empleo y de ingresos

El informe afirma que, aunque resulta imposible calcular el número exacto de prostitutas que trabajan en estos países por el carácter de ilegalidad o clandestinidad que rodea este oficio, el total de mujeres implicadas en la prostitución se sitúa entre el 0,25 y el 1,5 por ciento de la población femenina.

Estimaciones hechas en 1993/4 en Indonesia calculaban entre 140.000 y 230.000 el número de prostitutas que trabajaban allí. En Malasia los cálculos hablan de 43.000 a 142.000, pero la última cifra es la que más parece aproximarse a la realidad, según el análisis de la OIT. En las Filipinas, las estimaciones van de 100.000 a 600.000, pero lo más probable es que la cifra real se sitúe en casi medio millón de prostitutas en todo el país. En Tailandia, el Ministerio de Sanidad Pública registraba 65.000 prostitutas en 1997, aunque fuentes no oficiales mencionan de 200.000 a 300.000. Hay también decenas de miles de prostitutas tailandesas y filipinas trabajando fuera de sus respectivos países. Las personas que se prostituyen son mujeres en su mayoría, pero también hay hombres, travestidos y niños.

Si incluimos a los propietarios, gerentes, proxenetas y otros empleados de los establecimientos dedicados al sexo, la industria del espectáculo relacionada con él y algunos segmentos de la industria turística, la cantidad de trabajadores que se ganan la vida directa o indirectamente mediante la prostitución podría ascender a varios millones. Un estudio realizado en 1997 por el Ministerio de Sanidad Pública de Tailandia concluyó que, de un total de 104.262 trabajadores empleados en unos 7.759 establecimientos donde podían obtenerse servicios sexuales, sólo 64.886 vendían su cuerpo; el resto eran personal de apoyo, que incluía personal de limpieza, camareras, cajeras, aparcacoches y guardias de seguridad. Un estudio malayo da una relación de las ocupaciones vinculadas con el sector del sexo, que incluye a médicos (quienes se encargan de examinar regularmente el estado de salud de las prostitutas), vendedores de tenderetes de alimentación en las proximidades de los establecimientos dedicados al sexo, vendedores de cigarrillos y licores, y propietarios que alquilan cuartos a las personas proveedoras de servicios sexuales. En las Filipinas, entre los establecimientos que se sabe están implicados en el sector sexual figuran agencias turísticas especializadas, servicios de acompañantes, servicio de habitaciones en hoteles, saunas e instalaciones para desarrollo del bienestar físico, casas de citas o burdeles, bares, cervecerías, salones de cóctel, cabarets y clubes especiales.

En los cuatro países mencionados, se estima que el sector del sexo supone entre el 2 y el 14 por ciento del producto interior bruto (PIB), y los ingresos que genera son de la máxima importancia para el sustento y los potenciales recursos de millones de trabajadores, además de las propias prostitutas. También las autoridades gubernamentales obtienen importantes sumas en las zonas donde florece la prostitución: unas ilegales procedentes de sobornos y corruptelas, otras legales derivadas de tasas de licencia y los impuestos con que gravan los muchos hoteles, bares, restaurantes y casas de juego surgidos a la sombra de esa actividad.

En Tailandia, por ejemplo, las mujeres que trabajan en el sector del sexo en las zonas urbanas transfieren anualmente a sus familias de zonas rurales una suma próxima a los 300 millones de dólares, cifra que en muchos casos supera los recursos financieros destinados por los gobiernos a los programas de desarrollo para esas zonas. Para el periodo 1993-95 se ha calculado que la prostitución supuso unos ingresos anuales de entre 22.500 y 27.000 millones de dólares.

En Indonesia, el volumen de negocios del sector del sexo se calcula entre 1200 y 3300 millones de dólares anuales, esto es, entre el 0,8 y el 2,4 por ciento del PIB, transfiriendo las prostitutas gran parte de los ingresos que obtienen en los burdeles urbanos donde trabajan a las aldeas en que viven sus familiares. Tan sólo en el área de Jakarta, se calcula que las actividades relacionadas con la venta de sexo producen un volumen de negocios de 91 millones de dólares anuales.

Los incentivos económicos que mueven la industria

Mientras que muchos estudios insisten hoy en destacar las trágicas historias individuales de las prostitutas, y en especial de las mujeres y niños engañados u obligados a entrar en ese mundo, el estudio de la OIT subraya que muchas de las personas que trabajan en este sector entraron en él por razones prácticas y con cierta conciencia de lo que implicaba, en líneas generales, la elección que estaban haciendo. Alrededor de la mitad de las prostitutas malayas entrevistadas para el estudio respondieron que fueron «sus amigas quienes les mostraron la forma de ganar dinero fácilmente»; lo mismo sucede en los demás países objeto del estudio.

Lo cierto es que, a pesar del estigma social y de los peligros que conlleva, el trabajo sexual suele estar mejor retribuido que la mayoría de las otras opciones de trabajo asequibles para unas mujeres jóvenes y, a menudo, sin educación. En los cuatro países estudiados, proporcionaba ingresos significativamente mayores que las demás formas de trabajo no calificado.

En muchos casos, además, ese trabajo sexual es la única alternativa viable para que las mujeres de comunidades en donde faltan casi por completo programas de desarrollo del bienestar social hagan frente a la pobreza, el desempleo, los matrimonios fracasados y las obligaciones familiares. Para las madres solteras representa a menudo una opción más flexible, remuneradora y menos exigente en cuanto al tiempo que el trabajo en una fábrica o en el sector de servicios.

Las encuestas hechas en los establecimientos del sector revelaron que, si bien una proporción significativa de trabajadoras implicadas en él afirmaban que desearían cambiar de ocupación si pudieran, muchas expresaban su preocupación por la eventual pérdida de ingresos a que se arriesgarían si lo hicieran.

Aun así, los estudios indican también que, para la mayoría de las mujeres interrogadas, la prostitución es una de las formas de trabajo más alienantes. Cerca del 50 por ciento de las mujeres entrevistadas en los salones de masaje filipinos respondieron que desempeñaban su trabajo «con gran pesar de su corazón», y un 20 por ciento afirmaron sentir «atormentada su conciencia porque aún consideraban pecaminosas las relaciones con sus clientes.» De las entrevistas con las mujeres que trabajan en los bares filipinos se desprende que más de la mitad de ellas no sentían «nada» cuando practicaban el sexo con un cliente, mientras que, para el resto, esas relaciones las entristecían.

El 34 por ciento de las mujeres que trabajan en casas de masajes justificaron su elección de aquel trabajo como necesario para el mantenimiento de unos padres que vivían en la pobreza, el 8 por ciento, para ayudar a sus hermanos, y el 28 por ciento para ayudar a sus maridos o pareja. Más del 20 por ciento reconocían que era un trabajo bien pagado, pero sólo el 2 por ciento lo veían fácil, y otro 2 por ciento decían que les agradaba hacerlo. Más de un tercio informaron haber sido sometidas a violencia o acoso, por la policía comúnmente, pero también por empleados municipales y por individuos integrados en bandas de delincuentes.

Una encuesta entre las trabajadoras de casas de masajes y burdeles tailandeses reveló que «la mayoría de las mujeres entraban en la industria del sexo por razones económicas». Las trabajadoras de los burdeles eran más proclives a afirmar que se habían dedicado a la prostitución para mantener a sus hijos, mientras que entre las masajistas se repetía más como motivación la oportunidad de obtener ingresos elevados para ayudar a sus padres. Casi todas las entrevistadas afirmaron que conocían el tipo de trabajo a que se iban a dedicar antes de elegirlo. Casi la mitad de las trabajadoras de los burdeles y la cuarta parte de las masajistas habían trabajado anteriormente en la agricultura. Otro 17 por ciento de las masajistas dijeron haber estado ocupadas antes en el hogar o en industrias domésticas, y un 11 por ciento habían sido empleadas de hogar.

La justificación aducida, en Tailandia y en los demás países, es que, a cambio de desempeñar una ocupación mal vista por la mayor parte de la sociedad y que implica riesgos ciertos para la salud, «los trabajadores esperaban unos ingresos mayores que los que podían obtener en otras ocupaciones.» En casi todos los segmentos del comercio del sexo, esa expectación se ve cumplida, y las remesas de las mujeres que trabajan en la industria del sexo proporcionan a muchas familias campesinas un nivel de vida relativamente alto. Los ingresos de las trabajadoras sexuales tailandesas variaban ampliamente según el sector y el número de transacciones efectuadas, pero los estudios indicaban una media de 800 dólares mensuales, en general, con 1.400 dólares de promedio para las empleadas en casas de masajes y de 240 dólares para las trabajadoras de los burdeles.

Los estudios sobre la prostitución en Indonesia coinciden en indicar ingresos relativamente altos comparados con los de otras ocupaciones en las que pueden encontrar trabajo las mujeres con niveles bajos de educación. Los ingresos personales de esas mujeres en el sector más alto de las grandes ciudades (por ejemplo, prostitutas que trabajan en discotecas y en clubes nocturnos selectos), pueden ser de hasta 2.500 dólares al mes; una cifra que supera con mucho el sueldo de un funcionario medio o el de empleados en otras ocupaciones que exigen un alto nivel de educación. Los ingresos del sector en su nivel medio se estimaron en unos 600 dólares mensuales de media, y en 100 dólares los del nivel bajo. (Todo ello con la cotización del dólar de los Estados Unidos a 2000 rupias.)

En contraste, los ingresos y las condiciones laborales en el ínfimo escalón del sector son miserables. Las transacciones sexuales en los burdeles más baratos pueden no superar el precio de 1,5 dólares, y todavía menos en las calles de los suburbios pobres, en los alrededores de mercados y a lo largo de las estaciones del tendido ferroviario, donde los riesgos para la salud personal son comparativamente mayores por la posibilidad de contraer alguna enfermedad de trasmisión sexual y el SIDA/VIH.

En Malasia los ingresos del sector del sexo superan a los derivados de los demás tipos de empleo no calificado. En la industria manufacturera, por ejemplo, los salarios medios anuales en 1990 fueron de 2.852 dólares para los trabajadores calificados y de 1.711 dólares para los no calificados. En comparación, una trabajadora del sexo a tiempo parcial en el más barato de los hoteles, que cobró 4 dólares por cliente, tuvo unos diez clientes durante una jornada de 12 horas, y trabajó sólo un día por semana, ganó 2.080 dólares ese año.

Una de estas mujeres se expresaba así: «Puedo ganar lo suficiente para sacar adelante a mis dos hijos pequeños. ¡Es tan difícil conseguir que alguien te los cuide cuando trabajas en otro sitio! Aquí sólo vengo cuando necesito el dinero, y no tengo problemas en encontrar una canguro para sólo un día.»

En los estudios de los cuatro países se hace constar, con todo, que la información contenida en ellos se obtuvo de establecimientos y de prostitutas individuales que aceptaron responder a las encuestas. El cuadro es incompleto, por consiguiente, puesto que faltan aquellos establecimientos, burdeles en particular, que tienen virtualmente esclavizadas a sus trabajadoras, así como las respuestas que hubieran podido dar mujeres y niños que son víctimas de una grave explotación y de abusos.

Los niños víctimas de la prostitución

La OIT subraya que, si bien los adultos puede elegir como ocupación el trabajo sexual, los niños son siempre y en todo caso víctimas de la prostitución. «La prostitución infantil se diferencia de la de los adultos, y debería ser considerada un problema mucho más grave que ésta». En contraste con los adultos, los niños «son claramente mucho más vulnerables y están indefensos contra las estructuras montadas y los intereses implicados en el sector del sexo, por lo que es mucho más probable que sean víctimas del trabajo forzoso para redimir deudas, objeto de tráfico, violencia física o tortura. La explotación comercial de su sexualidad es una forma de violencia tan grave contra la infancia, que amenaza la vida del niño y le deja para siempre una serie de secuelas.»

Como ocurre con la prostitución de los adultos, no disponemos de datos exactos sobre la prostitución infantil. Un informe de 1997 calculó en 75.000 el número de niños víctimas de este abuso en Filipinas. En 1993, una estimación para Tailandia hablaba de entre 30.000 y 35.000 niños prostituidos. En Indonesia, en 1992, otro estudio determinó que una décima parte de las prostitutas tenían menos de 17 años de edad, y que, de entre las mayores, más de una quinta parte afirmaban haber comenzado a trabajar antes de haber cumplido los 17 años. En Malasia, más de la mitad de las personas «rescatadas» de diversos establecimientos dedicados al sexo tenían menos de 18 años.

Prostitución y feminización de las migraciones

De forma significativa, los estudios por países que venimos citando apenas encontraron mujeres, por no decir que no hallaron ninguna, que estuvieran trabajando como prostitutas en las poblaciones o aldeas en que habían crecido. Las prostitutas, en efecto, son reclutadas para las ciudades de las zonas rurales, de pequeñas poblaciones o de entre las jóvenes que, recién llegadas a las áreas urbanas en busca de su primer trabajo, son más vulnerables y susceptibles de ser atraídas al sector del sexo.

El informe de la OIT cita también la existencia de pruebas que sugieren que ha habido un aumento del tráfico internacional de mujeres y niños para el sector del sexo. Organizaciones clandestinas que dirigen con «implacable eficacia», y a menudo con conexiones oficiales, redes para reclutar, transportar y vender mujeres y niños fuera de las fronteras nacionales.

Unas 20.000-30.000 mujeres birmanas trabajan en el sector del sexo en Tailandia, según las estimaciones; casi todas son inmigrantes ilegales que corren constantemente el riesgo de ser detenidas y deportadas, y se calcula que el 50 por ciento de ellas son seropositivas al VIH. En la India trabajan como prostitutas unas 100.000 mujeres nepalesas, y otras 5.000 son introducidas ilegalmente en el país cada año. Los cálculos hablan de una trata que, en la pasada década ha transportado a Pakistán unas 200.000 mujeres de Bangladesh, y varios miles más a la India.

El informe identifica la feminización de la migración laboral como uno de los principales factores que alimentan el crecimiento del sector del sexo. Dice que alrededor de un 80 por ciento de las trabajadoras asiáticas que inmigraron legalmente en el Japón en los años noventa eran «artistas de variedades», eufemismo común para designar a las prostitutas. La mayoría de ellas proceden de Filipinas y de Tailandia. Mujeres tailandesas trabajan como prostitutas por toda Asia, así como en Australia, Europa y los Estados Unidos. Los flujos de prostitutas que recorren el Sur y el Sudeste de Asia se describen, por su regularidad y complejidad, como algo semejante a las idas y venidas cotidianas de los habitantes de los suburbios de las grandes ciudades para iniciar y al concluir su jornada laboral.

¿Qué se debe hacer?

El informe asume que «las medidas dirigidas al sector del sexo tienen que considerar la problemática moral, religiosa, sanitaria, de derechos humanos y criminal, pero teniendo en cuenta que se trata de un fenómeno de naturaleza predominantemente económica.» Un obstáculo importante en la formulación de políticas eficaces y de programas para abordar la prostitución ha sido «que los diseñadores de esas políticas han rehuido tratar directamente el problema de la prostitución como un sector económico.»

El informe afirma categóricamente que está fuera de las competencias de la OIT definirse por si los países deberían o no legalizar la prostitución. Pero, reconociendo plenamente la complejidad de atajar por entre la maraña de percepciones ambivalentes, inconsistentes y contradictorias que envuelve el tema de la prostitución, ofrece algunas recomendaciones para el desarrollo de una toma de posición política.

• Proponerse la erradicación de la prostitución infantil: La OIT asevera que es imprescindible distinguir nítidamente entre el tratamiento que cabe dar al tema de la prostitución de los adultos y las medidas que se precisan para eliminar la prostitución infantil. Los niños son invariablemente víctimas de la prostitución, mientras que los adultos pueden escoger como ocupación el trabajo sexual. «Todos los convenios internacionales tratan la prostitución infantil como una forma inaceptable de trabajo forzoso; el objetivo es erradicarla por completo.» Si se consiguiera eliminar la prostitución infantil, se reduciría también el problema de la prostitución adulta, puesto que muchas prostitutas adultas afirman haber entrado en el sector del sexo cuando aún eran menores de edad.

• Reconocer la variedad de circunstancias que se dan entre las prostitutas y eliminar las abusivas: El estudio de la OIT señala que algunas prostitutas eligen libremente trabajar en el sector del sexo, que otras entran en él presionadas por la pobreza y las terribles circunstancias económicas, y que otras, en fin, son introducidas en ese trabajo mediante coacciones o engaños.» Recuerda que los ingresos y las condiciones de trabajo de algunas prostitutas son muy buenas, mientras que otras trabajan en circunstancias afines a la prisión o la esclavitud, y sufren explotación y abusos extremos. «Para los adultos que escogen libremente trabajar en el sector del sexo, la preocupación política debería centrarse en mejorar sus condiciones de trabajo y de protección social, para garantizar que gocen de los mismos derechos laborales y de los mismos beneficios que los demás trabajadores. Para quienes han sido sometidos por la fuerza, el engaño o la violencia, la prioridad debería ser rescatarlos de esa situación, rehabilitarlos y reintegrarlos a la sociedad.»

• Centrarse en las estructuras que sostienen la prostitución, no en las prostitutas: «Cualquier enfoque razonable del sector sexual no puede centrarse sólo en las prostitutas consideradas individualmente», dice el informe de la OIT. «Una respuesta eficaz requiere medidas dirigidas a los fundamentos económicos y sociales» del fenómeno. «La cruda realidad es que el sector del sexo es un gran negocio, bien atrincherado en las economías nacionales y en la economía internacional», con estructuras notablemente organizadas y con vínculos con otros tipos de actividad económica legítima. «La prostitución está también profundamente enraizada en un doble rasero de moralidad para los hombres y para las mujeres, así como en el sentimiento de gratitud o de obligación que los hijos tienen hacia sus padres.»

• Análisis macroeconómico: La OIT sugiere que el reconocimiento oficial de la prostitución, incluyendo el registro de quienes se dedican a esta actividad, sería sumamente útil para valorar, por ejemplo, la problemática sanitaria del sector, decidir el alcance y la magnitud de las políticas de mercado necesarias para tratar con quienes trabajan en él y estudiar las posibilidades de extender la fiscalidad a muchas de las lucrativas actividades asociadas al sector del sexo. Asimismo es importante reconocer que las políticas para la promoción del turismo, la exportación de mano de obra femenina a otros países en busca de empleo, la promoción de las migraciones del campo a la ciudad para proporcionar una mano de obra barata a una industrialización orientada a la exportación, etc., combinadas con las crecientes desigualdades de las rentas y la falta de redes de seguridad social, pueden estar contribuyendo indirectamente al crecimiento del sector del sexo.

• El aspecto sanitario: La OIT lanza una advertencia: «las dimensiones sanitarias del sector del sexo son demasiado graves y urgentes para ignorarlas.» Si bien se ha desarrollado una alta conciencia de la amenaza del SIDA/VIH, los organismos estatales puede que sigan ignorando aún el sector del sexo. «Cualquier programa sanitario dirigido al sector no puede limitarse a las prostitutas. Deberían abordarse también medidas orientadas a sus clientes, teniendo en cuenta que la cadena de trasmisión desde el sector del sexo a la población incluye personas que practican el sexo sin protección alguna con sus esposas o con otras personas.»

* The Sex Sector: The economic and social bases of prostitution in Southeast Asia con la dirección de Lin Lean Lim, Oficina internacional del Trabajo, Ginebra, 1998. ISBN 92-2-109522-3. Precio: 35 francos suizos (sólo en inglés).