Empleo juvenil: A derribar las barreras de género en empleo de los jóvenes

Agosto 2008, tema de la campaña La igualdad de género en el corazón del trabajo decente, 2008-2009

La juventud es un momento en que la vida se colma de promesas, aspiraciones y energía. Atascada entre la niñez y la adultez, es el momento en que los hombres y las mujeres desean con profundo fervor asegurar el futuro y contribuir a sus familias, a sus comunidades y a la sociedad. Esta etapa de la vida es de importancia crucial para determinar el camino que los jóvenes emprenderán para lograr un empleo productivo y un trabajo decente.

En los próximos diez años, más de mil millones de jóvenes ya estarán en edad de comenzar a trabajar. El desafío que enfrentan la sociedad, las naciones, y todos los países del mundo es brindarles la oportunidad de que logren el acceso a un empleo seguro y productivo y al trabajo decente. No nos sorprende que el trabajo de los jóvenes sea un tema que concita enorme interés en la comunidad internacional. Ésta será la generación de hombres y especialmente de mujeres jóvenes con mejor nivel de educación y de capacitación, de todos los tiempos. Con sus aptitudes pueden hacer florecer a las comunidades y fortalecer a las naciones; buscan oportunidades para lograr la autonomía personal y una ciudadanía activa. Es cierto que recibimos más niños y niñas en las escuelas, pero no logramos insertarlos en el empleo productivo y el trabajo decente.

Mientras que el ritmo acelerado de la globalización y del cambio tecnológico puede ofrecer nuevas oportunidades de trabajo productivo e ingresos para algunos, para muchos jóvenes en edad de comenzar a trabajar la falta de posibilidades de acceder a un trabajo digno aumenta su vulnerabilidad, mientras transitan este camino que separa la niñez y la adultez. Las inversiones en educación y capacitación que hacen los gobiernos, quedarán en la nada si los jóvenes no tienen oportunidades de acceder a empleos productivos que les permitan mantenerse, contribuir a los ingresos familiares y cumplir con sus deberes públicos. Sin embargo, en general, el nivel de desempleo de las mujeres y de los hombres jóvenes duplica o triplica el de los adultos, y esta desproporción afecta especialmente a las mujeres jóvenes. Con mucha frecuencia, trabajan demasiadas horas, sufren inseguridad laboral, sus contratos son a menudo informales e intermitentes, caracterizados por la baja productividad, los bajos ingresos y la escasa protección laboral.

Los índices de participación en la fuerza laboral de las mujeres jóvenes sean inferiores a los de los hombres jóvenes. La brecha de la participación de los jóvenes vs. la participación de las jóvenes en la fuerza laboral es muy pronunciada en el sur de Asia (35 puntos porcentuales) y en el Medio Oriente y la zona norte de África (29 puntos porcentuales). Las brechas reflejan principalmente las diferentes tradiciones culturales y la falta de oportunidades para las mujeres que combinan trabajo y obligaciones familiares. Esto no sólo sucede en el mundo en desarrollo sino también en el mundo industrializado. El escaso valor que se atribuye a las aportaciones económicas de las mujeres y las opiniones imperantes acerca de que el ingreso de las mujeres es tan sólo el segundo o tercer ingreso familiar, contribuyen a que esta realidad no cambie. Es posible que las discriminen pues, la percepción general es que apenas se casen y tengan hijos, serán menos productivas o dejarán de trabajar. Muchas jóvenes se desaniman ante esta situación y se preguntan si los logros académicos son en verdad el camino a un empleo acorde con sus calificaciones.

Uno de los desafíos que se plantea en esta área es abordar la segregación con los empleos que tradicionalmente han sido aceptados como “masculinos” y “femeninos” y quebrar las barreras para que se abra un nuevo panorama de profesiones para ambos sexos. De a poco, casi sin darse cuenta de los derechos legales que tienen, y a menudo sin modelos para las funciones que ocupan, las mujeres van penetrando en profesiones que tradicionalmente han estado dominadas por hombres. Las jóvenes, especialmente en los países en desarrollo, no pueden aprovechar las oportunidades de capacitación debido a las restricciones de ingreso, la discriminación en el momento de la selección y el estereotipo de género. Si se mejora el acceso a oportunidades de capacitación en las que no exista segregación por género, se logrará aumentar el nivel de empleo de las jóvenes y mejorar sus futuros ingresos y condiciones socioeconómicas. Las iniciativas deberán contar también con esfuerzos de orientación vocacional que se adecuen mejor a las capacidades y necesidades, y complementar con servicios de asesoramiento, que tengan en cuenta las cuestiones de género para que las jóvenes puedan desarrollar todo su potencial.

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